Mi vida no siempre ha sido un desastre, no me gusta la palabra fracaso, como objetivo no cumplido, como si hubiera que llegar a alguna parte. En algún momento, no recuerdo muy bien cuando, mi apariencia era normal. Hablaba como todo el mundo, contaba chistes machistas para contrarrestar el miedo a lo femenino, movía mi cuerpo en bloque, con tensión, como si no tuviera bordes ni aristas. Siempre me han preocupado los bordes, las fronteras, los matices, los detalles, ese mundo ambiguo, microscópico, difícil de controlar, ese poro que puede hacer hundir el barco. Pero la tensión que genera actuar todo el tiempo sin saber que estas actuando no se puede sostener eternamente. Eso explicaba, sin yo explicarmelo, mis ataques de rabia, mi sensación de estupor interno. "La vida no puede ser esto".
Me he apuntado en el calendario imantado de la nevera los días que tengo que salir para evitar la intrusión de "los Voluntarios". Mueven la cabeza afirmativamente cuando me ven, los reconozco porque son una mezcla de Testigos de Jehova y recolectores de suscripciones a ONG. Siempre sonríen, cosa rara en estos tiempos.
Tengo que coserme o renovar los calcetines, no me gusta el roce de piel desnuda del dedo gordo directamente en el zapato a través del agujero del calcetín. Hoy estoy mejor, algo crecido, parece, sin saber porque, que intento que la mierda de mi vida no me aplaste........... No me gustan las sorpresas.
(Evaristo Cienpozuelos)
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