Mostrando entradas con la etiqueta feminismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta feminismo. Mostrar todas las entradas

07 mayo 2025

El anarquismo y el sexo

(Cristina Morales)

Los anarquistas han echado a tu ligue para protegerte del
deseo sexual, prima. Los anarquistas han echado a tu ligue porque piensan que la iniciativa sexual ha sido enteramente de él. Que tú, por tanto, has sido seducida. Presumen que tú estás en una situación de debilidad ante el macho, que se aprovecha de ti, de que eres nueva, de que eres poco punki, de que no sabes decir que no como sistemáticamente dicen que no las feministas del ateneo. ¿De qué están empapeladas sus fiestas? De carteles que dicen NO ES NO. ¿Qué grafitearon los de Can Vies en la última fiesta que hicieron en la Plaza Málaga? NO ME MIRES, NO TE ME ACERQUES, NO ME TOQUES. ¡Coño! ¡Y en letras de medio metro cada una! ¡Si por lo menos hubiera un grafiti lo mismo de grande al lado que dijera SÍ ES SÍ…! Pero ni eso, con lo que un indiscriminado voto de castidad presidía la fiesta entera. Los anarquistas quieren protegerte porque no entienden que tú, mujer, quieras que te miren, que se te acerquen y que te toquen, y que eso te lo pueda hacer un casi completo desconocido. Estos okupas criminalizan la pulsión sexual del mismo modo que el código penal los criminaliza a ellos por vivir sin pagar el alquiler. Criminalizan la pulsión sexual desde el punto y hora en que entienden que cualquiera que te mire, que se te acerque o que te toque, quiere abusar de ti. Nos animan a nosotras, mujeres, a decir que no. Quieren enseñarnos a nosotras, mujeres, a emborracharnos y a hacer pogos y a fumar porros y a encapucharnos, como siempre han hecho los varones. Sin embargo, no quieren enseñarnos otra cosa que también han hecho siempre los varones: expresar el deseo sexual y culminarlo.

—Para estos anarquistas tuyos, la pulsión sexual es peligrosa. Estoy de acuerdo con ellos: follar es peligroso. Follar es un acto de voluntad, un acto político, un lugar de debilidad donde caben desde el ridículo hasta la muerte, pasando por el trance, el éxtasis y la anulación. Pero los anarquistas no quieren asumir ese riesgo. Asumen otros, muchos y variados, pero ese no. ¿Por qué no asumen el riesgo del follar los anarquistas de hoy, a pesar de que sí lo asumieron los anarquistas de hace cien años? —Esta pregunta era retórica pero Marga, de nuevo, se la tomó como a ella dirigida, señal inequívoca de que me estaba escuchando. No sabía la respuesta y se encogió de hombros—. Este cambio de mentalidad merece ser estudiado con detenimiento. ¿No consideran los anarquistas de hoy la emancipación del deseo sexual parte de su lucha por la emancipación de todas las opresiones? —Marga volvió a encogerse de hombros, yo misma respondí—: Parece que no. Esa lucha, ¿les da miedo? —De nuevo alzó y descargó Marga los hombros en un gesto de niña a la que le toman la lección sin haber estudiado y sin saberse ninguna respuesta. Volví yo a responder—: Parece que sí. ¿Les da miedo follar? Por ahí van los tiros, por ahí van las pelotas de goma de los antidisturbios sexuales. Han entendido liberación sexual como mera y simple asunción y visibilización de la personalidad no heteronormativa de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales. Han acuñado el bello concepto de «disidencia sexual» para referirse a lo más superficial del sexo: a la identidad y a las pintas, a precisamente todo aquello que follando debería disolverse. Disidente sexual es una mujer que se deja bigote. Disidente sexual es un tío que empieza a hablar de sí mismo en femenino. Disidente sexual es el que toma estrógenos o la que toma testosterona. Vale que todos ellos son disidentes sexuales del heteropatriarcado. Sin embargo, ¿es disidente sexual una tía supermaquillada y vestida como Beyoncé, una tía incluso con tetas de silicona y una liposucción practicada, que quiere que la miren y que se le acerquen y que la toquen porque esa mujer, simple y llanamente, tiene ganas de follar, no de conseguir dinero, no de conseguir un favor laboral, no de darle celos a otra persona, sino que quiere follar porque para ella lo mejor del mundo es follar porque no idealiza ni categoriza ni clasifica el acto sexual y los cuerpos que sexualmente actúan, sino que concibe el follar como algo más alejado de lo simbólico y más próximo a la fornicación, es decir, a la tarea de poner todas nuestras potencias al servicio del placer? —No era espiral del silencio ni era niña poco aplicada. Íbamos sentadas una junto a la otra y a veces Marga giraba no solo la cabeza, sino que dirigía hacia mí el tronco en su natural posición de adelantamiento, de Sherlock Holmes o de Pantera Rosa que sigue un rastro de huellas en mi regazo, de modo que su oreja quedaba a la altura de mi boca y yo olía su pelo de días sin lavar—.
Esa mujer no es una disidente sexual para tu grupo anarquista. Esa mujer lo que está es tarada. Esa mujer se está metiendo en líos. Esa mujer está provocando, está poniéndoselo fácil a los violadores, o como poco a los machos fachos o a los machos sensibles, que vienen a ser lo mismo, y está poniendo en peligro los pilares del feminismo negador, el feminismo de la negación, el castrador feminismo en el que la mujer vuelve a desempeñar, paradojas de la vida, el rol de sumisa, pues dota al que se le acerca con intenciones sexuales de un poderío fálico ante el que solo cabe no ya atacar, lo que constituiría una digna actitud luchadora, sino defenderse. La feminista castradora se presume a sí misma objeto de dominación por parte de quien quiere follársela, al que presume en todo caso sujeto dominador. Como buena sumisa, en esa sádica relación que, lejos de combatir, asienta y en la cual se acomoda, la feminista autocastrada halla placer en la negativa que su sádico le inflige. Piensa la feminista de la negación que es ella quien niega el falo, pero se engaña: ella lo que quiere es que el falo la niegue a ella. Ella lo que quiere es revertir los clásicos roles de la calientapollas y el pagafantas. Ya no quiere ser más la seductora que no concede ni un beso después de que el tío la haya invitado a las copas. En vez de dinamitar esos roles de mierda, esa relación donde no hay ni carne ni verdad sino solo retórica y seducción, la autocastrada quiere adoptar el rol del pagafantas y que el otro sea su calientacoños, su negador de la carne, al que ella indefectiblemente se somete porque le gusta carecer de iniciativa sexual, que es una cosa muy pesada porque acarrea mucha creatividad, mucha 
Así, negando, se evitan las consecuencias inesperadas que pueden derivarse del follar no premeditado, siendo la falta de premeditación lo que distingue, qué duda cabe, al buen follar del mal follar. Siendo además esa falta de premeditación lo que nos aleja de los fetichismos y nos acerca a la verdadera cópula desenfrenada, desenfrenada no como sinónimo de veloz sino de ilimitada, de incondicional y de carente de formalismos. 
Pero este feminismo negador pontifica con que decir no al follar es liberador porque entiende el acto sexual como una histórica herramienta de dominación del hombre hacia la mujer. Mujer: cuanto menos tiempo y energía dediques al sexo, bárbara tarea, más tiempo tendrás para ti misma, para cultivarte y hasta para hacer la revolución. Mujer que no folla es mujer independiente y liberada. ¿No suena esto exactamente a lo que suena: a la mística del celibato? ¡Se llaman a sí mismas anarquistas y andan legislando sobre los coños! Irónicamente, defienden el follar malo, el follar premeditado, el follar, en fin, burgués. Halla placer el feminismo castrador en la elección consciente y calculada de pareja sexual como placer halla el consumidor en la elección de una mayonesa u otra en el supermercado, porque entienden estos feministas que follar es cuestión de gustos. ¡Nada menos que de gusto personal!

19 junio 2023

Natalia Ginzburg y el feminismo



No amo el feminismo como actitud del espíritu. Las palabras “Proletarios de todo el mundo uníos” las encuentro clarísimas; las palabras “Mujeres de todo el mundo uníos” me suenan falsas.

Creo que todas las luchas sociales deben ser combatidas por hombres y mujeres juntos. Las revoluciones y las batallas que tienen como finalidad la mejora de la condición humana generalmente nacen de una idea del mundo en el que hombres y mujeres están mezclados. Para concebir un hijo, se necesita un hombre y una mujer. Este hecho, sabido e indiscutible, testimonia que ni la mujer ni el hombre se bastan por sí solos.

En el feminismo, la condición femenina se concibe como una clase social. Habiendo sido las mujeres humilladas y usadas durante siglos, ha nacido en ellas una conciencia de clase. El feminismo actual ve a las mujeres como un ejército en marcha hacia la propia liberación. Las mujeres, sin embargo, no son una clase social, la conciencia de clase no es suficiente para crear una clase social inexistente. Una clase social es una comunidad de personas que tienen las mismas necesidades, los mismos problemas y proyectos, que sufren las mismas privaciones. Pero entre la vida de las mujeres en estado de esclavitud y la de las mujeres pertenecientes a sociedades privilegiadas no existe la más remota analogía.

Es cierto que las mujeres han sido usadas y humilladas durante siglos. Esto es, en la historia de las relaciones entre hombre y mujer, uno de los muchos aspectos desde los cuales se puede observar la condición femenina. Pero no es el único desde el que observarla. Es erróneo pensar que las humillaciones sufridas por las mujeres son la única esencia de las relaciones entre hombre y mujer. Es una visión del mundo tosca, pobre, reductiva y limitada. Es una visión del mundo que, en definitiva, no refleja la realidad. El mundo es complicado y multiforme, y complicadísimas, dramáticas y multiformes fueron y son hoy en día las relaciones entre hombre y mujer. El sentimiento esencial expresado por el feminismo es el antagonismo entre hombre y mujer.

El feminismo justifica este antagonismo con las humillaciones sufridas por las mujeres. Las humillaciones dan origen a un deseo de revancha y de reivindicación. El feminismo nace, pues, de un complejo de inferioridad que se remonta a siglos atrás. Pero sobre los complejos de inferioridad no puede construirse una visión del mundo. El pensamiento es claro cuando los ha conocido y se aleja de ellos. Sobre los complejos de inferioridad no puede construirse nada sólido. Sería como querer construir una casa con materiales de baja calidad.

En una visión justa del mundo, el amor y el odio, lo falso y lo verdadero ocupan el lugar central. En el feminismo el lugar central no lo ocupan el amor y el odio, lo falso y lo verdadero, sino las revanchas, las reivindicaciones, la humillación y el orgullo.

31 marzo 2022

Cristina Morales y la alienación

(Cristina Morales)
La alienación puede ser dos cosas: la originaria del abuelo Marx y la adaptada a la opresión de cada una, basada en aquella. El yayo Karl decía que alienación es la desposesión del obrero con respecto a su manufactura.

Yo digo que alienación es la identificación de nuestros deseos e intereses con los deseos e intereses del poder. La clave, sin embargo, no está en dicha identificación, que se da constantemente en democracia: creemos que votar nos beneficia y vamos a votar. Creemos que los beneficios de la empresa nos benefician y trabajamos eficientemente. Creemos que reciclar nos beneficia y tenemos cuatro bolsas de basura distintas en nuestros pisos de treinta metros cuadrados. Creemos que el pacifismo es la respuesta a la violencia y recorremos diez kilómetros haciendo una batucada. La clave, digo, no está en la ridícula vida cívica sino en su constatación, en darse cuenta de que una está haciendo lo que le mandan desde que se levanta hasta que se acuesta y hasta acostada obedece, porque una duerme siete u ocho horas entre semana y diez o doce los fines de semana, y duerme del tirón, sin permitirse vigilias, y duerme de noche, sin permitirse siestas, y no dormir las horas mandadas se considera una tara: insomnio, narcolepsia, vagancia, depresión, estrés.

Ante la omnipresente alegría cívica pueden pasar tres cosas.

Uno, que no te des cuenta de lo obediente que eres, de modo que nunca te sentirás alienada. Serás una ciudadana con tus opciones electorales y sexuales. O sea: seguirás estudiando danza clásica de tercero porque es tu obligación, que para eso te han dado una beca. Seguirás manifestándote al grito de No más sangre por petróleo, de Salvemos la Sanidad, de In-Inde-Independencia, que para eso vives en democracia y tienes libertad de expresión.

Segunda posibilidad: te das cuenta de lo obediente que eres pero te da igual. No te sientes alienada porque justificas la obediencia debida. Haces tuya la frase de que vivimos en el menos malo de los sistemas y de que los partidos políticos son males menores. Eres una defensora de lo público. Sigues estudiando danza clásica porque no te queda más remedio, porque mejor eso que estar poniendo copas y porque aspiras a un puesto de trabajo decente. Sigues manifestándote al grito de Los de la acera a la carretera, de Salvemos la Educación, de A-Anti-Anticapitalistas porque crees que hay que tomar las calles, que consideras tuyas.

Tercera posibilidad: te das cuenta de lo obediente que eres y no lo soportas. Entonces sí que estás alienada. ¡Enhorabuena! No soportas hacer cola para pagar. ¡Hacer uno cola para pagar en vez de ellos hacer cola para cobrarte es el colmo de la alienación! No soportas los domingos de elecciones. El electorado sale bien vestido y afeitado, se encuentra con el vecino y comenta lo que vota y por qué, mira con curiosidad todas las papeletas, se permite un mínimo margen de duda acerca de su elección pero siempre prevalece la que trae tomada de casa. Llevan a los niños, los niños juegan con otros niños, corretean, son subidos por sus padres a la altura de la urna para que ellos depositen el voto, o, si ya son mayorcitos, lo depositan sin ayuda. Hay hasta quien coge una papeleta de cada partido y se la guarda porque las colecciona. Luego salen y se echan una caña, en una terraza si hace buen tiempo. ¡La fiesta de la democracia! ¡Gane quien gane, la democracia siempre gana!

24 marzo 2022

Hay una violencia detrás de la gratuidad

(Cristina Morales)

"Yo tenía interés de escribir algo más ensayístico sobre cómo se enseña la danza en los centros cívicos. Me interesaba examinar esta idea de la danza democratizada o de acceso a todo el mundo porque yo he practicado danza en estos ámbitos y quería saber qué consecuencias tiene. Por una cuota muy barata o gratis todo aquel que no procede ni de la academia ni del conservatorio puede recibir una formación dancística. Pero aunque todo es aparentemente libre y democrático, hay una violencia que se oculta detrás de la gratuidad."

¿Como se expresa esta violencia en la danza?
"El binarismo mente y cuerpo es algo absurdo. La danza disciplina el cuerpo y la mente. El bailarín no solo tiene que tener aptitudes físicas, necesita un carácter especial y el estómago para obedecer a su director o coreógrafo. En mi novela, Nati es un personaje que se quiebra porque tiene habilidades dancísticas, pero carece de obediencia y eso la convierte en una bailarina mala para el establishment dancístico. Ese rechazo es violento."

"...Cuanto más radical políticamente es una, mayor porcentaje de discapacidad tiene. La radicalidad política es concebida como una discapacidad y una tara para ser miembro de la sociedad."

 "Ella no tiene las riendas de su deseo. Es el otro el que decide la relación sexual. Ese pasaje es muy crítico con ese feminismo que ella llama el “feminismo de la negación”. Una está legitimada para decir no, cuando no desea, no a la violencia, pero no está autorizada para ser un objeto de asentimiento, decir sí a un deseo naciente en nosotras. Creo que esto es una tarea pendiente de los feminismos."

"Una novela es un acto de libertad por parte de su creador. Y yo la hice con toda la libertad que puedo tener. Si alguien se siente incómodo es bueno para él, significa que está en crisis de su posición de privilegio y bienestar. A mí me gusta sentirme así como lectora y por eso intento provocarlo en mis historias."

"Si alguien no puede entender algo no es porque sea tonto, es porque hay otros que no quieren que lo entienda. Por ejemplo, los vocabularios de la medicina, del derecho, de la arquitectura, que no todos podemos entender, están destinados a una opacidad y a mantener a alguien que atesora los secretos del lenguaje como un sometedor de aquel que no lo atesora."

25 marzo 2019

Ni amo ni Dios ni marido ni partido ni de futbol

(Cristina Morales)

¿Cómo se aprende a pensar? Joé, qué pregunta. No puedo responder cómo se aprende a pensar, sino cómo se aprende a pensar críticamente. Hay que pasar por un proceso de politización para desprendemos de la ideología y recuperar la realidad del mundo en que vivimos. A esa politización se accede en comunidad. Un conjunto de personas compartiendo sus deseos, sus miedos, sus frustraciones, su saber y su ignorancia. Encontrar espacios en los que organizarse para crear un pensamiento alternativo no es fácil.

.....La democracia y el capitalismo, que son marido y mujer, hacen que solo seamos iguales en el acceso al consumo. Y ni eso, porque puede consumir quien más tiene. Tenemos libre acceso al supermercado. Ahí empieza y acaba la igualdad: en la entrada del supermercado."

Hablando de mensajes poderosos, ¿qué les diría a quienes critican el twerko, el reguetón por sus supuestas connotaciones sexuales? Hay un lugar de pensamiento masculino, que nosotras también manejamos, que es el de entender que la celebración del cuerpo o su exhibición va dirigida a despertar el deseo del macho. En el ensayo Trapologia (Ara Llibres, 2018), de Max Besora y Borja Bagunyà, este último reflexiona sobre cómo en una fiesta en la que se pone reguetón y él tiene a una tía restregándole el culo en la polla, su primer pensamiento es que eso acaba en polvo. Sin embargo, esta tía se pasa la noche bailando y después coge y se va a su casa a leer las memorias de Benjamin Franklin. Tenemos que dejar de entender que la celebración de lo físico va siempre dirigida a despertar el deseo sexual del varón. A veces, es un fin en sí mismo. Poner el culo en pompa y twerkear es un placer que experimentas en cuerpo y alma. Yo lo recomiendo.
(Cristina Morales)