09 agosto 2011

Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto.

Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto, sino darse y tomar perdida, ingenuamente, tal vez pude elegir, o necesariamente, tenía que pedir sentido a toda cosa. Tal vez no fue vivir este estar silenciosa y despiadadamente al borde de la angustia y este terco sentir debajo de su música un silencio de muerte, de abismo a cada cosa. Tal vez debí quedarme en los amores quietos que podrían llenar mi vida con un nombre en vez de buscar al evadido del hombre, despojado, sin alma, ser puro, esqueleto. Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto. sino amarse y amar, perdida, ingenuamente. Tal vez pude subir como una flor ardiente o tener un profundo destino de semilla en vez de esta terrible lucidez amarilla y de este estar de estatua con los ojos vacíos. Tal vez pude doblar este destino mío en música inefable. O necesariamente... (Idea Vilariño)

08 agosto 2011

El goce se confunde con la propiedad

... La impaciencia, se dijeron Jérome y Sylvie, es una virtud del siglo XX. A los veinte años, cuando hubieron visto, o creído ver, lo que podía ser la vida, la suma de dichas que encerraba, las infinitas conquistas que permitía etc... supieron que no tendrían la fuerza de esperar. Podían llegar, ni más ni menos que los otros, pero lo único que querían era haber llegado. Sin duda eso era lo que se ha convenido en llamar intelectuales. Pues todo les decía que andaban errados, y, en primer lugar, la vida misma. Querían gozar de la vida, pero, en torno a ellos, el goce se confundia con la propiedad. Querían permanecer disponibles, y casi inocentes, pero los años pasaban de todos modos, y no les aportaban nada. Los otros acababan por no ver en la riqueza más que un fin, pero ellos no tenían ni una perra. Se decían que no eran los más infelices. tal vez tenían razón. Pero la vida moderna excitaba su propia desdicha, mientras borraba la desdicha de los otros: los otros estaban en el buen camino. Ellos no eran gran cosa: unos pelados, unos francotiradores, unos lunáticos. Es verdad, por otra parte, que en cierto modo el tiempo trabajaba en su favor y que tenian del mundo posibles imágenes que podian parecer exaltantes. Era un consuelo que convenian en juzgar ruin. (Georges Perec: Las cosas)

03 agosto 2011

El coleccionismo y los sentimientos


   Voy a convertirme en coleccionista de mi propia vida, catalogando esos instantes neutros, deshumanizados, ya que lo que se repite constantemente es el catalogo limitado de mis sentimientos, cuya fuerza, a veces avasalladora, no puede ya tapar su patética repetición.
El coleccionismo es pues una forma de detener el tiempo, de fijar la existencia en algo más alentador que la propia vida, tan acorazada por el miedo. La arqueología de lo sentimental viene dada, en mi caso, por una repetición en el sentir. No me reconozco en el índice de sentimientos habituales pero tampoco consigo encontrar un nuevo catalogo. Sonrío cuando alguien expresa sentimientos en mi presencia pero siempre los siento "forzados", algo histriónicos.
Ni la sexualidad me saca de esa coraza "reichiana" en mi camino hacia el silencio y la contractura, que no tiene el glamour de la catatonia. Ya no me divierten los juegos de parejas y sus "libertades" o "ataduras", tampoco me interesan los "juegos laborales" y el "fijate.... con lo que yo he hecho", me aburren los "juegos políticos", "entonces yo le dije.... " y aquí siguen razones de estado. Me aburre la reiteración de mis pensamientos, los caminos trillados de mi cerebro, y sobre todo esa incapacidad de cambio que la costumbre y el goce impiden constantemente.
Solo me estremece un texto "justo" que no produzca "tolerancia" en su lectura repetida, un cuerpo "justo" sin añadidos motrices, una sonrisa "justa" bordeando la amargura, una muerte "justa" sin prolongar nada.
Quizás el amor "justo" , aunque se desgasta tanto que llega un momento en que parece que no hubiese ocurrido. Puede que el catalogo indefinido de tipos de amores no sean mas que combinaciones de palabras que explican nuestros cálculos para no estar solos.
Puede que todo sea una incapacidad de meter la cabeza en lo oscuro, porque para poder soñar hay que aceptar las pesadillas.
Quizás la evolución sea una impostura.
(Evaristo Cienpozuelos, tras la depresión post-vacaciones)

El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro. (Woody Allen)