20 febrero 2019

La ciudad solitaria (1)



Hipócrita, creo que falta algo, Hipocratico más bien. Mi primer pensamiento, producto de alguna asociación que desconozco. Mi espesura mental al despertar siempre ha sido considerable....... esta metonimia por falta de oxigenación, la sequedad de boca, el dolor de cuello, ...... la rigidez de pies al apoyarlos en el suelo, lentamente, por si acaso la taquicardia. ... Aunque es imposible mi reconciliación con el mundo , el cafe y la bolleria industrial , ese lento suicidio pasando por el aumento de peso, me producen cierto bienestar. Me pesan las zapatillas, cometí un error al comprarlas con suela tan gruesa.

Mientras desayuno en pijama, la casa esta fría al levantarme, pienso en los ritmos del cuerpo, esa gente que por la noche "no vale nada" y a las seis de la mañana canturrean por la casa incapaces de permanecer acostados y otros como yo que no nos acostaríamos pero somos incapaces de levantarnos por la mañana.

Vivo solo, un piso pequeño alquilado,  el final de mi deterioro social, el paso anterior a dormir en un  cajero.Nunca hago planes porque no tengo energía para hacerlos y soy incapaz de cumplirlos. Pongo la radio y engancho en los anuncios la mayoría de veces. Esos anuncios de "cosas" que se pueden hacer o comprar o cambiar, consejos bienintencionados e historias sobre alguien con mucha resiliencia (que me he enterado yo hace poco que no es quedarse callado), la gente no sabe que estamos derrotados de antemano.
No me suelo duchar por ahorrar agua caliente, tengo tendencia a quedarme mucho rato debajo del agradable chorro y eso gasta mucho. Es el único momento en que mi piel esta libre, ya casi no recuerdo la textura de otro cuerpo.

El día no parece muy frío y tengo que atreverme a salir. Llevo cuatro días sin hacerlo y necesito comprar algo de comida. Como poco,  pero poco es mucho para mi en estos tiempos. Ademas desde que han puesto el servicio de vigilancia: "la vejez no es solitaria, ponga un viejo en su vida. Contrate el servicio Voluntarios y vejez", hay que salir o te vienen a sacar. Esto aunque lo parezca, no es que a los ancianos los vayan a volver a llevar a la EXPO a regular el trafico sino que hay Voluntarios en detectar precozmente que algún vecino "no sale" es decir " a lo mejor esta muerto". Las asistentes sociales no nos dejan vivir. En mi casa hay unos vecinos que no salen en días, llevan poco tiempo viviendo juntos y entre Netflix y el sexo no necesitan relacionarse. Pero a estos no les han puesto Voluntarios en alerta, siempre la misma discriminación de genero y de edad. Vale por hoy, que la calle me espera. 
(Evaristo Cienpozuelos) 

12 febrero 2019

Los restos de unos deberes escolares aprendidos y olvidados




Decir es inventar. Sea falso o cierto. No inventamos nada, creemos inventar cuando en realidad nos limitamos a balbucear la lección, los restos de unos deberes escolares aprendidos y olvidados, la vida sin lágrimas, tal como la lloramos. Y a la mierda. (Enrique Vila Matas)...

La historia de mi vida no existe. No hay centro. No hay camino, ni línea. Hay vastos espacios donde se ha hecho creer que había alguien, pero no es verdad, no había nadie (Marguerite Duras).

Mi verdadero miedo consiste en que jamás podré poseerte. Que en el mejor de los casos me veré limitado, como un perro inconscientemente fiel, a besar tu mano que, distraídamente, habrás dejado a mi alcance, lo cual no será, por mi parte, una señal de amor, sino un signo de la desesperación del animal eternamente condenado al mutismo y a la distancia. (Franz Kafka)

El trabajo es la maldición de las clases bebedoras (Oscar Wilde)

11 febrero 2019

Por un sofa silencioso sin pantallas



Esto del camino hacia la nada es, en realidad, una postura nihilista de andar por casa, que es el verdadero nihilismo, ya que la actitud nihilista tomada en serio es una actitud épica, algo contradictorio.

Dada mi tendencia a la indecisión he pensado que el camino hacia la nada es llegar a un punto en el que no tenga que tomar decisiones, sobre nada, sobre absolutamente nada, ni siquiera tenga que tomar la decisión de no tomar decisiones. (esto se va liando)

Me gustaría que fuera algún tiempo antes de morir, no inmediatamente, para disfrutar de la paz, no la paz de los cementerios sino la de los sofás silenciosos.

Ahora todos los sofás van con pantalla o sea que hay una pantalla delante por la que desfila el mundo, ese mundo irreal del que nos quieren convencer constantemente de su autenticidad supongo que para vendernos algún producto u objetivo en la vida o cualquier gadget con el que ocupar nuestro tiempo inútil en el agujero negro en el que vivimos.

Por eso propugno la paz del sofá sin pantalla, sin vecinos ruidosos, sin libros para leer y cultivarse, prohibir los libros que pertenezcan a una saga y que tengan mas de cincuenta paginas.

Por ultimo, antes de morir, me gustaría repetir en publico algunas frases, sin venir a cuento, para llegar al ostracismo social verdadero, ese que provoca que cuando tus amigos o conocidos te vean venir, te sonrían y se cambien de acera.

Frases como:

"El problema no es si hay otra vida después de la muerte, sino antes, con los sueldos que pagan"

"Lo bonito de los niños es el proceso de fabricación"

Después de releer lo anterior creo haber conseguido mi objetivo... no estoy en camino.... ya he llegado a la nada.
(Evaristo Cienpozuelos)


10 febrero 2019

Las maquinas y el tiempo de ocio



"Es falso que las maquinas simplifiquen el trabajo del hombre, mas bien sucede lo contrario: lo carga de obligaciones y lo encadena. Tampoco los seres humanos mejoran sus almas por rodearse de mas artefactos. La técnica es insaciable porque siempre exige mayor desarrollo y mayor cantidad de maquinas.
Enreda a sus siervos en una vorágine que los atrapa para siempre. Es falso que las maquinas proporcionen "tiempo de ocio", solo otorgan descansos momentáneos cronometrados y la angustia de que se terminen."

05 febrero 2019

Lo que ocurre cuando los aburridos se vuelven adictos a la realidad o a un mundo de ficcion interesada


Porque lo que ocurre cuando se pierde el control de la información, cuando los llamados Aburridos, es decir, toda esa parte de la población que vive de la actualidad, que solo respira cuando tiene ante si un caso lo suficientemente morboso, que es por completo adicta a disponer de datos, sean o no fiables, empiezan a disparar rumores en todas direcciones, es que se da pie a las llamadas fake news y a las teorias conspiratorias y estas se traducen en puro canibalismo digital. 


“No me gusta la sociedad que estamos creando. Espero que en el futuro se advierta a los chavales en el colegio sobre los peligros de la exposición a las redes sociales, y a la información que circula por la Red en general”, asegura. También dice que lo más probable es que el 11-s cambiara para siempre el mundo tal y como lo conocemos. 

 “Supongo que la dictadura del presente en la que vivimos nació ese día, cuando el primer avión se estrelló contra las torres”, dice. Se descubrió entonces que podíamos volvernos adictos a la realidad. O a lo que la red global que habíamos construido decidiera qué era la realidad. ¿Vivimos, cada vez más, en un mundo que no existe, en un mundo de ficción interesada


04 febrero 2019

Los idiotas reciben la máxima atención


Hace menos de una década, las posibilidades de la web eran aún una promesa llena de esperanza. Su potencial comercial era un hecho, ya no era difícil ver que iba a transformar para siempre la industria periodística, y las recién nacidas redes sociales parecían capaces de lograr, de una manera bastante perfecta, un viejo sueño ilustrado: conectar a los individuos y permitirles intercambiar afectos e información, con tanta facilidad que el origen el origen de muchos de los conflictos humanos ―la incomunicación, la falta de elementos de juicio, la pervivencia de fronteras que separan y distinguen las experiencias de unos y otros― podría minimizarse.
Además, existía la ilusión de que supusiera el principio del fin de la jerarquía y la autoridad. En la llamada web 2.0, todos participábamos en igualdad de condiciones en un diálogo global. Los gobiernos no debían meterse en él, puesto que uno de los principales fines de la web era controlarlos. Se pensaba incluso ―recordemos el 15M, las primaveras árabes u Occupy Wall Street― que sería posible derrocarlos.
Jaron Lanier (1960) ha participado en el desarrollo de la realidad virtual, trabajado para Microsoft y formado parte del ecosistema de las “start-ups” y los desarrollos tecnológicos estadounidenses. Hasta que sintió que la criatura que había contribuido a crear empezaba a ser exactamente lo contrario de lo que debía: no solo no se había convertido en una especie de paraíso libertario sin intromisión estatal y en una plataforma para el diálogo desinteresado, sino que había caído presa de los intereses de las grandes empresas y adoptado algunas de sus peores expresiones. No se trataba únicamente de la la avaricia, que podía darse por descontada, sino de algo peor: una obsesión, que iba más allá del “marketing” tradicional, por alterar la conducta de los usuarios.
“¿Cómo podemos seguir siendo autónomos en un mundo en el que nos vigilan constantemente y donde nos espolean en uno u otro sentido unos algoritmos manejados por algunas de las empresas más ricas de la historia, que no tienen otra manera de ganar dinero que consiguiendo que les paguen por modificar nuestro comportamiento? Lo que en otra época podría haberse llamado ‘publicidad’ ahora debe entenderse como modificación continua de la conducta a una escala colosal”.

Sin embargo, casi todos parecemos aceptarlo por una razón simple: las redes nos han hecho adictos a la atención; lo que más deseamos es que nos hagan caso. Una vez más, esto no es nuevo, pero su escala ha adoptado proporciones peligrosas: “Sin otra cosa a la que aspirar más que a la atención de los demás, las personas normales suelen transformarse en idiotas, porque los más idiotas reciben la máxima atención. Este sesgo intrínseco favorable a la idiotez marca el funcionamiento de todas las demás partes” de las redes sociales. Cualquiera que dedique algo de su tiempo, aunque sea una pequeña parte, a las redes sociales lo ha experimentado. Quizá no sea muy distinto de otras adicciones: excita nuestro cerebro, pero sabemos que está mal.




03 febrero 2019

El acontecimiento sexual es absolutamente inútil





El acontecimiento sexual, pues, no tiene ningún fin, y no quiere tener ninguno. Pero las cosas más elevadas de nuestra existencia, como el arte, la poesía o la música, no tienen ningún fin visible y tangible y, cuando quieren tenerlo, inmediatamente parecen empobrecidas y despreciadas. Lo mismo ocurre con el acontecimiento sexual, que resulta empobrecido y despreciado cuando se le impone un fin. El acontecimiento sexual es, como todas las cosas más elevadas y resplandecientes de nuestra existencia, en su naturaleza real y en sus momentos más preciosos y felices, absolutamente inútil.
Pienso que, respecto al sexo, no se puede tener una opinión sin equivocarse. De hecho, el sexo no requiere opiniones. Rechaza toda idea de naturaleza abstracta y general. Las ideas no se pueden construir sobre todo, y el sexo es un buen ejemplo de ello.
El sexo es sordo, ciego y mudo, pero aun así, pretende comunicarse. Al ser el sexo ciego, sordo y mudo, está inmerso en la oscuridad y en el silencio, y es estricta propiedad del individuo como muy pocas otras cosas en el mundo. Estricta propiedad del individuo pero sedienta de un prójimo, e infeliz si no lo encuentra. 
En el sexo, la felicidad y el dolor aparecen únicamente cuando hay dos personas frente a frente. Del mismo modo, también el bien y el mal aparecen, en el sexo, cuando hay, frente a frente, dos personas, que pueden hacerse el bien o el mal recíprocamente. En el sexo, todo lo demás es juego, y tal vez no merezca la pena hablar de ello.
Muchas veces, también entre dos personas el sexo es juego. Muchas veces, los dos no sienten nada el uno por el otro y lo que buscan es el entretenimiento. No hay entonces un «acontecimiento sexual», sino de nuevo simplemente un juego, y la unión de los dos es entonces semejante a un partido de tenis, o una partida de ajedrez. Reclamar la libertad sexual, en abstracto, significa invocar la libertad de jugar al tenis o al ajedrez cuando nos apetece. ¿Es algo que se puede reclamar? Sí, pero seguramente no vale la pena armar tanto alboroto. Se desea la libertad de jugar al tenis como se desea cualquier otra libertad.
Nada más acabar de escribir las últimas palabras ya no me parecen tan verdaderas. Entre los juegos sexuales y las partidas de ajedrez o los partidos de tenis hay una diferencia fundamental. En los partidos de tenis solo interviene el cuerpo, en las partidas de ajedrez intervienen la astucia y la inteligencia. Pero en los juegos sexuales siempre interviene de alguna forma nuestra alma. Los vínculos entre el sexo y el alma son inexplicables, pero estrechos, indisolubles y profundos.

De los juegos sexuales no valdría la pena tal vez hablar si ahora no hubieran invadido el mundo. Si han invadido el mundo es porque hoy la gente desea agazaparse en una condición infantil. De los acontecimientos sexuales la gente tiene miedo, porque son dramáticos, están cargados de consecuencias, impregnados de felicidad o de infelicidad. La gente los teme como teme a los dragones. De este dragón que es el sexo, o de esta águila o halcón, han hecho una gallina cacareante, y la tienen aleteando en sus patios. Por lo cual cuando debaten sobre el sexo, parecen hablar de gallinas; se preguntan si recibirán o no los huevos que exigen, si obtendrán su porción de orgasmo, y hablan de eso lo más alto que pueden para no tener miedo. Van a ver películas pornográficas tal y como se va a ver los criaderos de pollos.
Goffredo Parise escribió hace unos días un artículo a propósito de la pornografía. Decía que la pornografía es una forma de conformismo y que de eso proviene su carácter tétrico. Sí, pero su carácter tétrico no solo proviene de eso. Proviene del hecho de que los criaderos de pollos son tétricos. Cuando una película de contenido pornográfico alcanza la esfera del arte, se desvanece inmediatamente el aire sofocante del gallinero e irrumpen los dragones. Se desvanecen los patios y cualquier inmóvil juego de infancia. El arte es adulto, y arrastra consigo el bien y el mal, el dolor y la felicidad, y la realidad.



02 febrero 2019

No existe mas que la realidad de las palabras


La realidad no existe. No existe mas que la realidad de las palabras. Cuando nosotros nacemos, nacemos a las palabras, no al mundo. Las palabras son los soportes sobre los que reposa el mundo; el mundo tal como lo hago existir por las palabras. El mundo en sí no es ni azul, ni amarillo, ni rojo, ni blanco, ni negro, ni alto, ni bajo, ni grande, ni pequeño. Sin embargo, sin esas palabras no podríamos manejarnos en este mundo. Sin palabras todo no sería mas que caos y nuestro ser estaría desestructurado. Me dicen: "Esta mesa es azul"; yo comprendo lo que me dicen, ¿pero qué es lo que yo sé realmente de esta mesa? absolutamente nada.
No podemos vivir mas que porque existen las palabras. No estamos hechos únicamente de carne y sangre, sino por palabras y mas palabras. Pero estas palabras, que son para nosotros la fuente de la vida, están al mismo tiempo en el origen de nuestros sufrimientos. He aquí toda la paradoja de la vida humana.
Las palabras son los sujetos de todas nuestras actividades. Las palabras están en el centros de todos nuestros deseos. El espacio entre el nacimiento y la muerte es a veces tenue, a veces infinito, pero el hombre avanza inexorablemente sobre el camino que le lleva del nacimiento a la muerte. ¿Que es este camino? Del nacimiento nacen las palabras. De las palabras nace la conciencia. De la conciencia nace la existencia. De la existencia nace la oposición. De la oposición nace la contradicción. De la contradicción nace el sufrimiento. Un camino marcado cada instante por las palabras.

Llevamos ya el ‘no lugar’ encima, con nosotros”


Pregunta. “Para ser feliz hay que conocerse, estar atento al presente y ser útil a los demás”, asegura. Pero en estos tiempos egocéntricos, dos de esas premisas no las cumple casi nadie: conocerse a sí mismo y darse a los demás…
"Las tecnologías alteran espacio y tiempo: puedes contactar con alguien en cualquier lugar y circunstancia, cuando relacionarse con el otro necesita dedicar un tiempo y un espacio concretos; es paradójico: las redes sociales están destruyendo las relaciones sociales"
Respuesta. Por eso mi propuesta es modesta; ir ni que sea al bar de debajo de casa es una oportunidad de estar con los otros, puede parecer superficial, pero en cualquier caso es real; todas las propuestas de mi libro están vinculadas al movimiento, al ir hacia otras personas; en esos pequeños momentos nos sentimos existir, con los cinco sentidos; pero hay que saber darse cuenta.

P. Toda su obra, y en este libro también, destaca la importancia de las relaciones sociales, de que nos hacemos y cobramos sentido cuando nos relacionamos con los otros, pero encuestas en EEUU detectan ya que los jóvenes prefieren interactuar en la redes sociales que quedar físicamente. ¿Tenemos miedo a tratarnos cara a cara?
R. Es el gran mal de la redes, que están trastocando la naturaleza misma de la relación humana, alteran espacio y tiempo: puedes contactar con alguien en cualquier lugar y circunstancia, cuando relacionarse con el otro necesita dedicar un tiempo y un espacio concretos; es paradójico: las redes sociales están destruyendo las relaciones sociales; la gente debería detectar que no es suficiente lo que nos dan las redes. Y pasa también que provocan que los efectos de reconocimiento sean sustituidos por los efectos de conocimiento: vemos a un presentador de televisión como si lo conociéramos, pero sólo lo reconocemos; y eso pasa con todo y con todos.
Cada vez hay un número más reducido de personas que están en la vanguardia del saber real y demasiada gente que no sabe…, pero que cree saber

P. Pide en Las pequeñas alegrías recuperar la ilusión de las primeras veces, recuperar películas y libros, lo llama “tener el espíritu de Don Juan”, siempre con la ilusión seductora del primer día… Pero condiciones laborales precarias, ritmos de trabajo y producción cultural masiva no invitan al sosiego de la re visitación…
R. Por eso hablo de “pequeñas felicidades a pesar de todo”; el más alienado puede experimentar esos momentos de existir intensamente que propongo; pero sobre todo debe ser consciente de estarlos viviendo: no son momentos que nos vendrán por azar sino que hemos de saber que se están dando en ese momento, reconocerlos para que puedan permanecer con nosotros; si uno es consciente de ellos también son una promesa de futuro.
P. Incluye en la galería de placeres, el tararear y el silbar
R. Hoy ya no se silba ni se canta; cuando era pequeño, lo oía constantemente en las calles, en las casas; era memoria histórica y nexo generacional, vinculabas el estribillo a algo de tu pasado…En cambio, en cafeterías, centros o instalaciones hoy no paran de sonar radios o hilos musicales; hoy no soportamos el silencio. ¿Miedo de estar con nosotros mismo? No, más bien es el sistema que quiere que estemos inmersos en el ruido, quizá para tenernos más en tensión; no sé; en cambio, el ruido, el volumen hace más difícil la creación; al cantar, tenemos la sensación de crear y de recrear.
P. También sorprende que reivindica la jubilación, generalmente leída como que el sistema ha decidido que ya no le sirves y te aparca…
R. Todo depende de qué hacemos con ella; quizá sea el gran momento de la verdad, de si tomas realmente las riendas del tiempo; hay pocos momentos en la vida que podemos empezar algo y lo hemos elegido nosotros; hacer lo que siempre quisiste: crear, viajar, mudarte, plasmar un sueño…
P. En 1992, al detectar los no lugares, los ubicó en extrarradios, aeropuertos… ¿No tiene la sensación de que se han trasladado ya al centro de las ciudades, todas iguales con las mismas megatiendas, un shopping donde sólo habla la tarjeta de crédito?
R. Yo iría más lejos: hoy se puede decir que el no lugar es el contexto de todo lugar posible. Estamos en el mundo con referencias que son totalmente artificiales, incluso en nuestra casa, el espacio más personal posible: sentados ante la tele, mirando a la vez el móvil, la tableta, con los auriculares… Estamos en un no lugar permanente; esos aparatos nos están colocando permanentemente en un no lugar. Llevamos el no lugar encima, con nosotros...