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19 junio 2023

Natalia Ginzburg y el feminismo



No amo el feminismo como actitud del espíritu. Las palabras “Proletarios de todo el mundo uníos” las encuentro clarísimas; las palabras “Mujeres de todo el mundo uníos” me suenan falsas.

Creo que todas las luchas sociales deben ser combatidas por hombres y mujeres juntos. Las revoluciones y las batallas que tienen como finalidad la mejora de la condición humana generalmente nacen de una idea del mundo en el que hombres y mujeres están mezclados. Para concebir un hijo, se necesita un hombre y una mujer. Este hecho, sabido e indiscutible, testimonia que ni la mujer ni el hombre se bastan por sí solos.

En el feminismo, la condición femenina se concibe como una clase social. Habiendo sido las mujeres humilladas y usadas durante siglos, ha nacido en ellas una conciencia de clase. El feminismo actual ve a las mujeres como un ejército en marcha hacia la propia liberación. Las mujeres, sin embargo, no son una clase social, la conciencia de clase no es suficiente para crear una clase social inexistente. Una clase social es una comunidad de personas que tienen las mismas necesidades, los mismos problemas y proyectos, que sufren las mismas privaciones. Pero entre la vida de las mujeres en estado de esclavitud y la de las mujeres pertenecientes a sociedades privilegiadas no existe la más remota analogía.

Es cierto que las mujeres han sido usadas y humilladas durante siglos. Esto es, en la historia de las relaciones entre hombre y mujer, uno de los muchos aspectos desde los cuales se puede observar la condición femenina. Pero no es el único desde el que observarla. Es erróneo pensar que las humillaciones sufridas por las mujeres son la única esencia de las relaciones entre hombre y mujer. Es una visión del mundo tosca, pobre, reductiva y limitada. Es una visión del mundo que, en definitiva, no refleja la realidad. El mundo es complicado y multiforme, y complicadísimas, dramáticas y multiformes fueron y son hoy en día las relaciones entre hombre y mujer. El sentimiento esencial expresado por el feminismo es el antagonismo entre hombre y mujer.

El feminismo justifica este antagonismo con las humillaciones sufridas por las mujeres. Las humillaciones dan origen a un deseo de revancha y de reivindicación. El feminismo nace, pues, de un complejo de inferioridad que se remonta a siglos atrás. Pero sobre los complejos de inferioridad no puede construirse una visión del mundo. El pensamiento es claro cuando los ha conocido y se aleja de ellos. Sobre los complejos de inferioridad no puede construirse nada sólido. Sería como querer construir una casa con materiales de baja calidad.

En una visión justa del mundo, el amor y el odio, lo falso y lo verdadero ocupan el lugar central. En el feminismo el lugar central no lo ocupan el amor y el odio, lo falso y lo verdadero, sino las revanchas, las reivindicaciones, la humillación y el orgullo.

09 marzo 2019

Los pozos y la melancolia

«Las mujeres tienen la mala costumbre de caer en un pozo de vez en cuando, de dejarse embargar por una terrible melancolía, ahogarse en ella y bracear para mantenerse a flote: ese es su verdadero problema … Lo que tienen que hacer las mujeres es defenderse con uñas y dientes de esta malsana costumbre, porque un ser libre no cae casi nunca en el pozo ni piensa siempre en sí mismo, sino que se ocupa de todas las cosas importantes y serias que hay en el mundo, y solo se ocupa de sí mismo esforzándose por ser cada día más libre. La primera que debe aprender a actuar así soy yo». (Natalia Ginzburg)

03 febrero 2019

El acontecimiento sexual es absolutamente inútil





El acontecimiento sexual, pues, no tiene ningún fin, y no quiere tener ninguno. Pero las cosas más elevadas de nuestra existencia, como el arte, la poesía o la música, no tienen ningún fin visible y tangible y, cuando quieren tenerlo, inmediatamente parecen empobrecidas y despreciadas. Lo mismo ocurre con el acontecimiento sexual, que resulta empobrecido y despreciado cuando se le impone un fin. El acontecimiento sexual es, como todas las cosas más elevadas y resplandecientes de nuestra existencia, en su naturaleza real y en sus momentos más preciosos y felices, absolutamente inútil.
Pienso que, respecto al sexo, no se puede tener una opinión sin equivocarse. De hecho, el sexo no requiere opiniones. Rechaza toda idea de naturaleza abstracta y general. Las ideas no se pueden construir sobre todo, y el sexo es un buen ejemplo de ello.
El sexo es sordo, ciego y mudo, pero aun así, pretende comunicarse. Al ser el sexo ciego, sordo y mudo, está inmerso en la oscuridad y en el silencio, y es estricta propiedad del individuo como muy pocas otras cosas en el mundo. Estricta propiedad del individuo pero sedienta de un prójimo, e infeliz si no lo encuentra. 
En el sexo, la felicidad y el dolor aparecen únicamente cuando hay dos personas frente a frente. Del mismo modo, también el bien y el mal aparecen, en el sexo, cuando hay, frente a frente, dos personas, que pueden hacerse el bien o el mal recíprocamente. En el sexo, todo lo demás es juego, y tal vez no merezca la pena hablar de ello.
Muchas veces, también entre dos personas el sexo es juego. Muchas veces, los dos no sienten nada el uno por el otro y lo que buscan es el entretenimiento. No hay entonces un «acontecimiento sexual», sino de nuevo simplemente un juego, y la unión de los dos es entonces semejante a un partido de tenis, o una partida de ajedrez. Reclamar la libertad sexual, en abstracto, significa invocar la libertad de jugar al tenis o al ajedrez cuando nos apetece. ¿Es algo que se puede reclamar? Sí, pero seguramente no vale la pena armar tanto alboroto. Se desea la libertad de jugar al tenis como se desea cualquier otra libertad.
Nada más acabar de escribir las últimas palabras ya no me parecen tan verdaderas. Entre los juegos sexuales y las partidas de ajedrez o los partidos de tenis hay una diferencia fundamental. En los partidos de tenis solo interviene el cuerpo, en las partidas de ajedrez intervienen la astucia y la inteligencia. Pero en los juegos sexuales siempre interviene de alguna forma nuestra alma. Los vínculos entre el sexo y el alma son inexplicables, pero estrechos, indisolubles y profundos.

De los juegos sexuales no valdría la pena tal vez hablar si ahora no hubieran invadido el mundo. Si han invadido el mundo es porque hoy la gente desea agazaparse en una condición infantil. De los acontecimientos sexuales la gente tiene miedo, porque son dramáticos, están cargados de consecuencias, impregnados de felicidad o de infelicidad. La gente los teme como teme a los dragones. De este dragón que es el sexo, o de esta águila o halcón, han hecho una gallina cacareante, y la tienen aleteando en sus patios. Por lo cual cuando debaten sobre el sexo, parecen hablar de gallinas; se preguntan si recibirán o no los huevos que exigen, si obtendrán su porción de orgasmo, y hablan de eso lo más alto que pueden para no tener miedo. Van a ver películas pornográficas tal y como se va a ver los criaderos de pollos.
Goffredo Parise escribió hace unos días un artículo a propósito de la pornografía. Decía que la pornografía es una forma de conformismo y que de eso proviene su carácter tétrico. Sí, pero su carácter tétrico no solo proviene de eso. Proviene del hecho de que los criaderos de pollos son tétricos. Cuando una película de contenido pornográfico alcanza la esfera del arte, se desvanece inmediatamente el aire sofocante del gallinero e irrumpen los dragones. Se desvanecen los patios y cualquier inmóvil juego de infancia. El arte es adulto, y arrastra consigo el bien y el mal, el dolor y la felicidad, y la realidad.



18 marzo 2017

Las palabras cadaver

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“No creo que los novelistas, y las novelas que escriben, puedan ser útiles a la vida pública. Creo firmemente en su magnífica, maravillosa y libre inutilidad”.

“Mi oficio es escribir historias, cosas inventadas o cosas que recuerdo de mi vida, pero, en cualquier caso, historias, cosas en las que no tiene nada que ver la cultura, sino solo la memoria y la fantasía. Este es mi oficio, y lo haré hasta mi muerte. Estoy muy contenta con este oficio y no lo cambiaría por nada del mundo. Comprendí que era mi oficio hace mucho tiempo. Entre los cinco y los diez años tenía dudas, y a veces imaginaba que podía pintar, a veces que conquistaría países a caballo y otras que inventaría nuevas máquinas muy importantes”.

“Entramos en la edad adulta cuando las palabras que se intercambian los adultos entre sí nos resultan inteligibles; inteligibles pero sin importancia para nosotros”.

“El lenguaje de las palabras-cadáver ha contribuido a crear una distancia insalvable entre el pensamiento vivo de la gente y la sociedad pública”.

Natalia Ginzburg

20 noviembre 2009

La educacion, las pequeñas virtudes y el miedo a vivir


La educación no es más que una cierta relación que establecemos entre nosotros y nuestros hijos, un cierto clima en el que florecen los sentimientos, los instintos, los pensamientos. Ahora bien, yo creo que un clima inspirado por completo en el respeto a las pequeñas virtudes hace madurar insensiblemente para el cinismo, para el miedo a vivir. Las pequeñas virtudes en sí mismas no tienen nada que ver con el cinismo, con el miedo a vivir, pero todas juntas, y sin las grandes, generan una atmósfera que lleva a esas consecuencias.

(Natalia Ginzburg, de Puri)
(Las pequeñas virtudes)