21 marzo 2020

La Pandemia (2)



Sigue el aislamiento, el encierro, el intento de tragar lentamente lo que jamás imaginamos que nos podía suceder. He bajado la basura, he ido a comprar, pocas cosas, todo nos lleva hacia la austeridad , como si el permiso para la alegría del consumo  hubiera desaparecido. 

Nunca había sentido tan intensamente como ahora el cambio de paradigma. Creo que ha acabado una época y empieza otra impredecible. Los comentarios de tranquilidad, tan racionales, se quedan ajenos a la realidad. No se si sabremos vivir con la incertidumbre que acaba de nacer.

Me estoy envolviendo en esa seriedad depresiva con tintes de "la vida es asi", que tanto odio, ese hablar con pedantesca suficiencia, aunque ahora tras los cursos de habilidades sociales se disimula con cierta ironía y una falsa humildad. Esa suficiencia que encubre la falta de dones, de creatividad, la gente creativa que tiene "realmente" algo que decir no se preocupa tanto de la comunicación.

Alfredo sigue "agobiado", solo baja a la calle a comprar el Marca, como si la ruleta del deporte le hiciera olvidarse de la realidad. 

Yo me defiendo con mis mecanismos obsesivos, mis rutinas procrastinadoras, mis pequeñas tablas de gimnasia, los aplausos a las ocho y todas esas cosas que nos envuelven en la "solidaridad", esa que sentimos cuando nos pasa algo a nosotros, no al que pide en la entrada del supermercado. 

He reordenado los estantes del trastero y abierto huecos para mantener una "reserva estratégica" de papel higiénico, pañuelos, papel de cocina, algunos botes.

Íbamos hacia el futuro, lanzados, interconectados, y volvemos hacia el pasado, el virus del 18.

Miro por la ventana y a cualquier hora veo el interior de la casa de los vecinos de enfrente. No tienen cortinas ni bajan la persiana. Los veo leer, ver la TV, incluso hacer gimnasia. Siguen aparentemente igual, ahora me doy cuenta el agradecimiento que les debo, son hieráticos como los samurais, intemporales, las mismas rutinas que hace diez años, y transparentes, no tienen sótanos en su vida ni nada que ocultar. Son eternos, inmutables, lo que nos falta en esta azarosa época de cambios impredecibles.

Como diría Borges: "Me gustaría ser valiente. Mi dentista asegura que no lo soy".
(Evaristo Cienpozuelos)




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