15 abril 2009

El climaterio masculino es un cuento de viejas



Era uno de esos estadounidenses que había sufrido en mitad de la vida una crisis mental y espiritual. No lo he visto en otros países. Sabemos que el climaterio masculino es un cuento de viejas, una leyenda que no tiene nada que ver con la realidad. He visto este mal en tantas personas que podemos determinar los síntomas, identificar sus caras en los bares de las estaciones ferroviarias.

Casi todos eran apuestos, pero ahora su belleza esta acosada por las preocupaciones, a veces por la ginebra. Casi siempre les tiemblan las manos. Sus amigos, si es que los conserva, dicen que X parece sufrir una especie de crisis psicológica. Generalmente comienza con una aguda insatisfacción con respecto a su situación laboral. Los han tratado con mezquindad, les han negado ascensos y aumentos salariales merecidos, pero en esta etapa de su vida, su situación y su seguridad son demasiado precarias para protestar por los agravios que han sufrido. Están hartos de los cojinetes o las sabanas, lo que vendan.

Sus mujeres han perdido para ellos todo atractivo sexual, pero no consiguen amantes. Sus amigos los aburren. Sus hijos les parecen en la mayoría de los casos extraños e ingratos. Las cargas financieras que han tenido que asumir son abrumadoras. Todo esto es verdad, pero no justificaría ese desaliento extravagante que los consume. Ha sucedido algo de mayor magnitud, algo más misterioso de lo que traslucen los simples hechos. Valor, vigor, esperanza: parece que estas cosas buenas se han perdido.

Esta perdido, tan perdido como cualquiera en la ladera de una montaña, pero ni el ni nadie conoce el camino que lo ha llevado a esa trágica soledad. Allá hay uno junto al bar bebiendo cerveza. Ahí entra otro. El hombre de camisa de seda que toma un coctel de ginebra es uno de ellos, y otro consulta el reloj, aunque da lo mismo que sean las tres, las cuatro, las cinco de la tarde.


(John Cheever)

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