La noche se había ido alargando y yo me había dejado arrastrar sin ser capaz , en ningún momento, de interrumpirla. Todo era agradable y seductor y ahora me encontraba en una situación imposible. Estábamos silenciosos, desnudos y fumando en la cama. Ella, apenas la conozco, joven y agradecida de que no me echara atrás en el ultimo momento. Yo desesperado. No se como explicárselo. Se ovilla a mi lado con cara de sueño, con esa belleza especial de hembra satisfecha y, a borbotones, le cuento precipitadamente una historia terrible que ella se cree, con esa ingenuidad que la juventud y la bondad propician. Me levanto y la dejo en la cama pensativa, mientras intenta, a pesar de todo, dormir. Todo antes de revelarle mi secreto, mi nocturna cadena, quiebra de tantos amores. Ronco desaforadamente.
02 noviembre 2010
El Secreto
No se muy bien como sucedió, más bien como suceden estas cosas, sin buscarlas y generalmente sin quererlas. Esta apatía y cierta pereza que habitualmente me invaden la suelen confundir los que no me conocen con cierta serenidad, reflejo de madurez o más bien de mi edad, no se muy bien. No hay en mí falta de deseo, sino pereza en llevarlo adelante.
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1 comentario:
Si quedó satisfecha, seguro que el ronquido lo aceptaría agradecida como un suave ronroneo que la meciera dulcemente acurrucada junto a Evaristo...
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