30 abril 2025

Cristina Morales y la Alienación (repeticion)

(Cristina Morales)

La alienación puede ser dos cosas: la originaria del abuelo Marx y la adaptada a la opresión de cada una, basada en aquella. El yayo Karl decía que alienación es la desposesión del obrero con respecto a su manufactura. Yo digo que alienación es la identificación de nuestros deseos e intereses con los deseos e intereses del poder. La clave, sin embargo, no está en dicha identificación, que se da constantemente en democracia: creemos que votar nos beneficia y vamos a votar. Creemos que los beneficios de la empresa nos benefician y trabajamos eficientemente. Creemos que reciclar nos beneficia y tenemos cuatro bolsas de basura distintas en nuestros pisos de treinta metros cuadrados. Creemos que el pacifismo es la respuesta a la violencia y recorremos diez kilómetros haciendo una batucada. La clave, digo, no está en la ridícula vida cívica sino en su constatación, en darse cuenta de que una está haciendo lo que le mandan desde que se levanta hasta que se acuesta y hasta acostada obedece, porque una duerme siete u ocho horas entre semana y diez o doce los fines de semana, y duerme del tirón, sin permitirse vigilias, y duerme de noche, sin permitirse siestas, y no dormir las horas mandadas se considera una tara: insomnio, narcolepsia, vagancia, depresión, estrés. Ante la omnipresente alegría cívica pueden pasar tres cosas. Uno, que no te des cuenta de lo obediente que eres, de modo que nunca te sentirás alienada. Serás una ciudadana con tus opciones electorales y sexuales. O sea: seguirás estudiando danza clásica de tercero porque es tu obligación, que para eso te han dado una beca. Seguirás manifestándote al grito de No más sangre por petróleo, de Salvemos la Sanidad, de In-Inde-Independencia, que para eso vives en democracia y tienes libertad de expresión. Segunda posibilidad: te das cuenta de lo obediente que eres pero te da igual. No te sientes alienada porque justificas la obediencia debida. Haces tuya la frase de que vivimos en el menos malo de los sistemas y de que los partidos políticos son males menores. Eres una defensora de lo público. Sigues estudiando danza clásica porque no te queda más remedio, porque mejor eso que estar poniendo copas y porque aspiras a un puesto de trabajo decente. Sigues manifestándote al grito de Los de la acera a la carretera, de Salvemos la Educación, de A-Anti-Anticapitalistas porque crees que hay que tomar las calles, que consideras tuyas. Tercera posibilidad: te das cuenta de lo obediente que eres y no lo soportas. Entonces sí que estás alienada. ¡Enhorabuena! No soportas hacer cola para pagar. ¡Hacer uno cola para pagar en vez de ellos hacer cola para cobrarte es el colmo de la alienación! No soportas los domingos de elecciones. El electorado sale bien vestido y afeitado, se encuentra con el vecino y comenta lo que vota y por qué, mira con curiosidad todas las papeletas, se permite un mínimo margen de duda acerca de su elección pero siempre prevalece la que trae tomada de casa. Llevan a los niños, los niños juegan con otros niños, corretean, son subidos por sus padres a la altura de la urna para que ellos depositen el voto, o, si ya son mayorcitos, lo depositan sin ayuda. Hay hasta quien coge una papeleta de cada partido y se la guarda porque las colecciona. Luego salen y se echan una caña, en una terraza si hace buen tiempo. ¡La fiesta de la democracia! ¡Gane quien gane, la democracia siempre gana! En las últimas europeas fui al colegio a reafirmarme en mi repugnancia y todo el mundo me miraba las tetas. Iba sin sujetador y con una camiseta ceñida. A los ciudadanos y a las ciudadanas, a los alegres cívicos y cívicas, les salían gusanos por la boca mientras animada y domingueramente hablaban y desviaban la atención de su interlocutor a mis pezones, de la mesa de las papeletas a mis pezones, y me parecieron pacatos y pacatas sostenedores y sostenedoras de la prostitución, aun sin haber ido ellos nunca de putas (pero sí haberse follado muchas veces a sus novias y mujeres cuando abiertamente ellas no tenían ningunas ganas) ni haber ellas nunca cobrado explícitamente por follar (pero sí haber follado muchas veces con sus novios y maridos sin ganas, impelidas por el contrato de sexoamor que los une). Ellos, prostituyentes. Ellas, servidoras de la cena del prostituyente cuando vuelve a casa. La prostituta no era yo ni la representaba, pues toda mi insinuación fue existir. Iba callada, no increpé a nadie, salí tan pronto sentí que las compuertas empezaban a activárseme. La prostituta, esto es, el ser sobre quien ejercer dominio, estaba ausente. No era necesaria puta alguna en el colegio electoral porque la tarea política del votante, en tanto que mística, en tanto que simbólica, no necesita objeto al que dominar. A diferencia de la tarea política del tirano o del violador, que necesita de la inmanencia de su objeto y de la experiencia del dominio, al votante le basta con la ilusión de la posesión, del tener en un sobrecito con su papeletita el destinito de algo. La fiesta de la democracia es una misa en donde el festín se reduce a una oblea consagrada por cabeza. Como no podía ser de otro modo, los votantes se quedaban con hambre de dominio y por eso se zampaban mis erectos pezones con la mirada. Con la mirada y, por supuesto, con nada más. No follo ni con españoles ni con nadie que haya votado en las últimas elecciones, sean locales, autonómicas, nacionales o europeas, o elecciones sindicales o elecciones primarias para elegir al líder de un partido, o en referéndums por la independencia, por la firma de un tratado de paz, por la extensión del mandato presidencial, por la reforma de la Constitución, por la cancelación del rescate europeo o por la salida de la Unión Europea, imbéciles ciudadanos todos. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sobrecogido. Y algo enamorado también.

Rafa dijo...

Me habia resignado a que el "buenismo" razonable contra el "fachismo" irrazonable lo invada todo. La vida resurge gracias a personas que piensan por si mismas. Gracias Cristina