14 enero 2013

La ironia y la jaula

(David Foster Wallace)

La ironía y el cinismo fueron lo que requería la hipocresía estadounidense de los cincuenta y los sesenta. Fue lo que hizo de los primeros posmodernos unos grandes artistas. Lo grande de la ironía es que separa las cosas y nos eleva por encima de ellas para que podamos ver los defectos y las hipocresías y las duplicidades. ¿Qué el virtuoso siempre triunfa?. Claro. El sarcasmo, la parodia, el absurdo y la ironía son formas geniales de quitarle la mascara a las cosas para mostrar la realidad desagradable que hay tras ellas. El problema es que una vez desacreditadas las reglas del arte, y una vez que las realidades desagradables que la ironía diagnostica son reveladas y diagnosticadas, ¿Qué hacemos entonces?. La ironía es útil para desacreditar ilusiones, pero la mayoría de las ilusiones desacreditadas en los Estados Unidos ya se han hecho y rehecho. Una vez que todo el mundo sabe que la igualdad de oportunidades es una bobada, ¿Qué hacemos ahora?. Aparentemente todo lo que queremos hacer es seguir ridiculizando las cosas. La ironía posmoderna y el cinismo se han convertido en un fin en si mismas, en una medida de la sofisticación en boga y el desparpajo literario. Pocos artistas se atreven a hablar de lo que falla en los modos de dirigirse hacia la redención, porque les parecerán sentimentales e ingenuos a todos esos ironistas hastiados. La ironía ha pasado de liberar a esclavizar. Hay una gran ensayo en algún sitio que contiene una linea acerca de que la ironía es la canción del prisionero que llego a amar su jaula.
(David Foster Wallace)

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