30 marzo 2010

Beckett omnidoliente


Yo no entendía a las mujeres por entonces. Lo que es más, aún no las entiendo. A los hombres menos. Tampoco a los animales. Lo que mejor entiendo, que no es mucho decir, son mis dolores. Pienso en ellos a diario, no me lleva mucho tiempo, el pensamiento es tan rápido. Sí, hay momentos, particularmente en la tarde, en que me vuelvo todo sincretismo, a lo Reinhold. ¡Qué equilibrio! Pero aun a mis pensamientos los entiendo mal. Seguro es porque no soy sólo dolor, eso ni hablar. He ahí el problema: A veces se aquietan, o yo, y me llenan de sorpresa y fascinación, se ven como de otro planeta. No muy seguido, pero no puedo pedir más. Ay, ¡qué vida tan de esto y lo otro! Ser sólo dolor, eso sí que facilitaría las cosas. ¡Omnidoliente!...

(Samuel Beckett)

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