07 mayo 2025

El anarquismo y el sexo

(Cristina Morales)

Los anarquistas han echado a tu ligue para protegerte del
deseo sexual, prima. Los anarquistas han echado a tu ligue porque piensan que la iniciativa sexual ha sido enteramente de él. Que tú, por tanto, has sido seducida. Presumen que tú estás en una situación de debilidad ante el macho, que se aprovecha de ti, de que eres nueva, de que eres poco punki, de que no sabes decir que no como sistemáticamente dicen que no las feministas del ateneo. ¿De qué están empapeladas sus fiestas? De carteles que dicen NO ES NO. ¿Qué grafitearon los de Can Vies en la última fiesta que hicieron en la Plaza Málaga? NO ME MIRES, NO TE ME ACERQUES, NO ME TOQUES. ¡Coño! ¡Y en letras de medio metro cada una! ¡Si por lo menos hubiera un grafiti lo mismo de grande al lado que dijera SÍ ES SÍ…! Pero ni eso, con lo que un indiscriminado voto de castidad presidía la fiesta entera. Los anarquistas quieren protegerte porque no entienden que tú, mujer, quieras que te miren, que se te acerquen y que te toquen, y que eso te lo pueda hacer un casi completo desconocido. Estos okupas criminalizan la pulsión sexual del mismo modo que el código penal los criminaliza a ellos por vivir sin pagar el alquiler. Criminalizan la pulsión sexual desde el punto y hora en que entienden que cualquiera que te mire, que se te acerque o que te toque, quiere abusar de ti. Nos animan a nosotras, mujeres, a decir que no. Quieren enseñarnos a nosotras, mujeres, a emborracharnos y a hacer pogos y a fumar porros y a encapucharnos, como siempre han hecho los varones. Sin embargo, no quieren enseñarnos otra cosa que también han hecho siempre los varones: expresar el deseo sexual y culminarlo.

—Para estos anarquistas tuyos, la pulsión sexual es peligrosa. Estoy de acuerdo con ellos: follar es peligroso. Follar es un acto de voluntad, un acto político, un lugar de debilidad donde caben desde el ridículo hasta la muerte, pasando por el trance, el éxtasis y la anulación. Pero los anarquistas no quieren asumir ese riesgo. Asumen otros, muchos y variados, pero ese no. ¿Por qué no asumen el riesgo del follar los anarquistas de hoy, a pesar de que sí lo asumieron los anarquistas de hace cien años? —Esta pregunta era retórica pero Marga, de nuevo, se la tomó como a ella dirigida, señal inequívoca de que me estaba escuchando. No sabía la respuesta y se encogió de hombros—. Este cambio de mentalidad merece ser estudiado con detenimiento. ¿No consideran los anarquistas de hoy la emancipación del deseo sexual parte de su lucha por la emancipación de todas las opresiones? —Marga volvió a encogerse de hombros, yo misma respondí—: Parece que no. Esa lucha, ¿les da miedo? —De nuevo alzó y descargó Marga los hombros en un gesto de niña a la que le toman la lección sin haber estudiado y sin saberse ninguna respuesta. Volví yo a responder—: Parece que sí. ¿Les da miedo follar? Por ahí van los tiros, por ahí van las pelotas de goma de los antidisturbios sexuales. Han entendido liberación sexual como mera y simple asunción y visibilización de la personalidad no heteronormativa de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales. Han acuñado el bello concepto de «disidencia sexual» para referirse a lo más superficial del sexo: a la identidad y a las pintas, a precisamente todo aquello que follando debería disolverse. Disidente sexual es una mujer que se deja bigote. Disidente sexual es un tío que empieza a hablar de sí mismo en femenino. Disidente sexual es el que toma estrógenos o la que toma testosterona. Vale que todos ellos son disidentes sexuales del heteropatriarcado. Sin embargo, ¿es disidente sexual una tía supermaquillada y vestida como Beyoncé, una tía incluso con tetas de silicona y una liposucción practicada, que quiere que la miren y que se le acerquen y que la toquen porque esa mujer, simple y llanamente, tiene ganas de follar, no de conseguir dinero, no de conseguir un favor laboral, no de darle celos a otra persona, sino que quiere follar porque para ella lo mejor del mundo es follar porque no idealiza ni categoriza ni clasifica el acto sexual y los cuerpos que sexualmente actúan, sino que concibe el follar como algo más alejado de lo simbólico y más próximo a la fornicación, es decir, a la tarea de poner todas nuestras potencias al servicio del placer? —No era espiral del silencio ni era niña poco aplicada. Íbamos sentadas una junto a la otra y a veces Marga giraba no solo la cabeza, sino que dirigía hacia mí el tronco en su natural posición de adelantamiento, de Sherlock Holmes o de Pantera Rosa que sigue un rastro de huellas en mi regazo, de modo que su oreja quedaba a la altura de mi boca y yo olía su pelo de días sin lavar—.
Esa mujer no es una disidente sexual para tu grupo anarquista. Esa mujer lo que está es tarada. Esa mujer se está metiendo en líos. Esa mujer está provocando, está poniéndoselo fácil a los violadores, o como poco a los machos fachos o a los machos sensibles, que vienen a ser lo mismo, y está poniendo en peligro los pilares del feminismo negador, el feminismo de la negación, el castrador feminismo en el que la mujer vuelve a desempeñar, paradojas de la vida, el rol de sumisa, pues dota al que se le acerca con intenciones sexuales de un poderío fálico ante el que solo cabe no ya atacar, lo que constituiría una digna actitud luchadora, sino defenderse. La feminista castradora se presume a sí misma objeto de dominación por parte de quien quiere follársela, al que presume en todo caso sujeto dominador. Como buena sumisa, en esa sádica relación que, lejos de combatir, asienta y en la cual se acomoda, la feminista autocastrada halla placer en la negativa que su sádico le inflige. Piensa la feminista de la negación que es ella quien niega el falo, pero se engaña: ella lo que quiere es que el falo la niegue a ella. Ella lo que quiere es revertir los clásicos roles de la calientapollas y el pagafantas. Ya no quiere ser más la seductora que no concede ni un beso después de que el tío la haya invitado a las copas. En vez de dinamitar esos roles de mierda, esa relación donde no hay ni carne ni verdad sino solo retórica y seducción, la autocastrada quiere adoptar el rol del pagafantas y que el otro sea su calientacoños, su negador de la carne, al que ella indefectiblemente se somete porque le gusta carecer de iniciativa sexual, que es una cosa muy pesada porque acarrea mucha creatividad, mucha 
Así, negando, se evitan las consecuencias inesperadas que pueden derivarse del follar no premeditado, siendo la falta de premeditación lo que distingue, qué duda cabe, al buen follar del mal follar. Siendo además esa falta de premeditación lo que nos aleja de los fetichismos y nos acerca a la verdadera cópula desenfrenada, desenfrenada no como sinónimo de veloz sino de ilimitada, de incondicional y de carente de formalismos. 
Pero este feminismo negador pontifica con que decir no al follar es liberador porque entiende el acto sexual como una histórica herramienta de dominación del hombre hacia la mujer. Mujer: cuanto menos tiempo y energía dediques al sexo, bárbara tarea, más tiempo tendrás para ti misma, para cultivarte y hasta para hacer la revolución. Mujer que no folla es mujer independiente y liberada. ¿No suena esto exactamente a lo que suena: a la mística del celibato? ¡Se llaman a sí mismas anarquistas y andan legislando sobre los coños! Irónicamente, defienden el follar malo, el follar premeditado, el follar, en fin, burgués. Halla placer el feminismo castrador en la elección consciente y calculada de pareja sexual como placer halla el consumidor en la elección de una mayonesa u otra en el supermercado, porque entienden estos feministas que follar es cuestión de gustos. ¡Nada menos que de gusto personal!

01 mayo 2025

Musil y la Estupidez


(Robert Musil)

Se considera que, para hablar de la estupidez, hay que ser inteligente; se considera que hacer gala de inteligencia es un signo de estupidez; se considera, pues, más prudente no mostrarse inteligente, o sea, mostrarse estúpido. 

Esta prudencia, evidentemente pesimista, le recuerda a Musil aquella otra, más desastrosa, del más débil que, siendo el más sabio, evita mostrar su sabiduría: ¡ésta podría amenazar la vida del más fuerte!

 Pero escribe Musil: «El que está en el poder se irrita menos cuando los débiles no pueden que cuando no quieren». Por lo tanto, ser estúpido para no mostrarse inteligente, actitud que se considera estúpida, acaba por reducir al hombre a la «desesperación, o sea, a un estado de debilidad».

30 abril 2025

Cristina Morales y la Alienación (repeticion)

(Cristina Morales)

La alienación puede ser dos cosas: la originaria del abuelo Marx y la adaptada a la opresión de cada una, basada en aquella. El yayo Karl decía que alienación es la desposesión del obrero con respecto a su manufactura. Yo digo que alienación es la identificación de nuestros deseos e intereses con los deseos e intereses del poder. La clave, sin embargo, no está en dicha identificación, que se da constantemente en democracia: creemos que votar nos beneficia y vamos a votar. Creemos que los beneficios de la empresa nos benefician y trabajamos eficientemente. Creemos que reciclar nos beneficia y tenemos cuatro bolsas de basura distintas en nuestros pisos de treinta metros cuadrados. Creemos que el pacifismo es la respuesta a la violencia y recorremos diez kilómetros haciendo una batucada. La clave, digo, no está en la ridícula vida cívica sino en su constatación, en darse cuenta de que una está haciendo lo que le mandan desde que se levanta hasta que se acuesta y hasta acostada obedece, porque una duerme siete u ocho horas entre semana y diez o doce los fines de semana, y duerme del tirón, sin permitirse vigilias, y duerme de noche, sin permitirse siestas, y no dormir las horas mandadas se considera una tara: insomnio, narcolepsia, vagancia, depresión, estrés. Ante la omnipresente alegría cívica pueden pasar tres cosas. Uno, que no te des cuenta de lo obediente que eres, de modo que nunca te sentirás alienada. Serás una ciudadana con tus opciones electorales y sexuales. O sea: seguirás estudiando danza clásica de tercero porque es tu obligación, que para eso te han dado una beca. Seguirás manifestándote al grito de No más sangre por petróleo, de Salvemos la Sanidad, de In-Inde-Independencia, que para eso vives en democracia y tienes libertad de expresión. Segunda posibilidad: te das cuenta de lo obediente que eres pero te da igual. No te sientes alienada porque justificas la obediencia debida. Haces tuya la frase de que vivimos en el menos malo de los sistemas y de que los partidos políticos son males menores. Eres una defensora de lo público. Sigues estudiando danza clásica porque no te queda más remedio, porque mejor eso que estar poniendo copas y porque aspiras a un puesto de trabajo decente. Sigues manifestándote al grito de Los de la acera a la carretera, de Salvemos la Educación, de A-Anti-Anticapitalistas porque crees que hay que tomar las calles, que consideras tuyas. Tercera posibilidad: te das cuenta de lo obediente que eres y no lo soportas. Entonces sí que estás alienada. ¡Enhorabuena! No soportas hacer cola para pagar. ¡Hacer uno cola para pagar en vez de ellos hacer cola para cobrarte es el colmo de la alienación! No soportas los domingos de elecciones. El electorado sale bien vestido y afeitado, se encuentra con el vecino y comenta lo que vota y por qué, mira con curiosidad todas las papeletas, se permite un mínimo margen de duda acerca de su elección pero siempre prevalece la que trae tomada de casa. Llevan a los niños, los niños juegan con otros niños, corretean, son subidos por sus padres a la altura de la urna para que ellos depositen el voto, o, si ya son mayorcitos, lo depositan sin ayuda. Hay hasta quien coge una papeleta de cada partido y se la guarda porque las colecciona. Luego salen y se echan una caña, en una terraza si hace buen tiempo. ¡La fiesta de la democracia! ¡Gane quien gane, la democracia siempre gana! En las últimas europeas fui al colegio a reafirmarme en mi repugnancia y todo el mundo me miraba las tetas. Iba sin sujetador y con una camiseta ceñida. A los ciudadanos y a las ciudadanas, a los alegres cívicos y cívicas, les salían gusanos por la boca mientras animada y domingueramente hablaban y desviaban la atención de su interlocutor a mis pezones, de la mesa de las papeletas a mis pezones, y me parecieron pacatos y pacatas sostenedores y sostenedoras de la prostitución, aun sin haber ido ellos nunca de putas (pero sí haberse follado muchas veces a sus novias y mujeres cuando abiertamente ellas no tenían ningunas ganas) ni haber ellas nunca cobrado explícitamente por follar (pero sí haber follado muchas veces con sus novios y maridos sin ganas, impelidas por el contrato de sexoamor que los une). Ellos, prostituyentes. Ellas, servidoras de la cena del prostituyente cuando vuelve a casa. La prostituta no era yo ni la representaba, pues toda mi insinuación fue existir. Iba callada, no increpé a nadie, salí tan pronto sentí que las compuertas empezaban a activárseme. La prostituta, esto es, el ser sobre quien ejercer dominio, estaba ausente. No era necesaria puta alguna en el colegio electoral porque la tarea política del votante, en tanto que mística, en tanto que simbólica, no necesita objeto al que dominar. A diferencia de la tarea política del tirano o del violador, que necesita de la inmanencia de su objeto y de la experiencia del dominio, al votante le basta con la ilusión de la posesión, del tener en un sobrecito con su papeletita el destinito de algo. La fiesta de la democracia es una misa en donde el festín se reduce a una oblea consagrada por cabeza. Como no podía ser de otro modo, los votantes se quedaban con hambre de dominio y por eso se zampaban mis erectos pezones con la mirada. Con la mirada y, por supuesto, con nada más. No follo ni con españoles ni con nadie que haya votado en las últimas elecciones, sean locales, autonómicas, nacionales o europeas, o elecciones sindicales o elecciones primarias para elegir al líder de un partido, o en referéndums por la independencia, por la firma de un tratado de paz, por la extensión del mandato presidencial, por la reforma de la Constitución, por la cancelación del rescate europeo o por la salida de la Unión Europea, imbéciles ciudadanos todos. 

23 febrero 2025

Yo soy solo. Me quede huerfano de mi niñez

(Alejandro Palomas)

  Dejé de ser niño a los ocho años. Me quedé huérfano de mi niñez. Yo soy solo.

¿Es solo o está solo?
Soy solo. Ser solo significa que te puedes mirar alrededor, 360 grados, y nadie ocupa ese espacio. Te piensas solo. Siempre me sentí solo, desde muy pequeñito. Siempre me vi lejos de todo y funcionando aparte. Incluso cuando tuve parejas, nunca me fusioné. Hubo confusión, pero no fusión.

¿Entonces, para usted no existe el “nosotros”?
Como yo y otra persona, no. Mi nosotros es el bien común, la comunidad. Tengo varias, pero no se tocan, porque no las sé manejar. Están mis hermanas, que es mi comunidad familiar. Mi comunidad lectora. Y luego la mayor, que es la que me habita en la cabeza.

¿Como en el cómic "13 Rue del Percebe"
Multiplicado por 300. Mi imaginación es un rascacielos con todos los apartamentos llenos. Y los vecinos suben, bajan, a cada uno le pasa algo, y estoy al tanto de todo. Mi mente pasa más tiempo ahí arriba que aquí.

 "Hay dos momentos terribles en la vida de una familia y que saca lo peor de cada uno: cuando toca cuidar y cuando toca heredar. Ahí sale la personalidad de cada uno y, o se produce la estampida y no se hablan más los hermanos o es cuando lo son para toda la vida. Se reconstruyen las familias y los mapas, a nosotros, aunque fue un proceso rápido, nos unió como una piña."

 Yo es que engaño mucho. Todo el rato. Yo soy dos.

¿Pues no decía que era solo?
Claro, pero por eso puedo ser solo, porque tengo a otro con el que estoy todo el rato. Tengo una parte que no quiere estar aquí, que se moriría ahora mismo, delante de todos, que dice qué hago aquí, estoy aburrido. Lo cambiaría todo, este mundo, no entiendo cómo es todo tan feo.

Esto va por momentos y yo vivo la vida a través de desafíos. Me pongo retos porque si no, no tengo nada que hacer aquí, sinceramente: ya hice.

Entonces, ¿por qué escribe, ese es el reto?
"Escribo porque tengo que comer. Hubo una época en que decía que escribía para que me quisieran. Afortunadamente, ya no. Ya no necesito que me quieran y, entonces, desafortunadamente, el exterior me importa poco. Esto que voy a decir suena terrible. Pero creo que escribo para no acabar con mi vida todavía. Ya no hay nadie que me espere."

"Lo que más me gusta del mundo es el silencio. Estar en mi casa, en la montaña, en una piedra en medio del monte, que es como el muro de las lamentaciones. Estirarme, dormir, pensar. Sin ruidos humanos, solo pájaros, jabalíes.."

¿Y los otros? ¿El prójimo?
Me genera curiosidad, pero no sé vincularme, ese es mi problema, que no sé vincularme y ya no voy a saber nunca. No tengo tiempo. Ya sé que no puedo. No sé cómo hacerlo, no me siento yo. No soy asocial, no tengo timidez ninguna, yo llego a un sitio y soy el rey de la fiesta, el más simpático y divertido, pero no me siento vinculado, es como que soy un personaje que hace eso. Como si me viera desde arriba. Al todos esos personajes los controlo muy bien. Por eso me aburro.

Dice que, para usted, acabaron los vínculos. ¿Y el sexo?
El sexo para mí no existe, porque el sexo tiene que ser placentero y para mí nunca lo fue. Entonces, ¿para qué lo voy a intentar? Yo, antes, sufría, pensando que era un anormal, un mermado total, pero luego, al terminar con mi última pareja, me dije: yo esto lo vivo mal, pero no solo el sexo, también el emparejamiento, no entiendo ese “nos” de la pareja. Y desde entonces he descubierto que puedo vivir sin sexo, no tiene tanta importancia. Ni siquiera pienso en ello. Y para mí es una liberación.

¿Cuántas veces le han llamado egoísta?
No mucho, porque siempre he sido muy conciliador. Siempre poniéndome en la piel del otro. Incluso en el sexo. Que el otro estuviera bien, que no se diera cuenta de que yo no estaba ahí. He mentido mucho. Por eso es una liberación el no tener que mentir. Como mi madre, cuando se deshizo de mi padre. Hay un mundo en el que no hay que mentir, pero para eso tengo que estar solo. Soy muy tranquilo, muy preclaro, y la gente no quiere eso. La gente quiere ser mirada, pero no vista.


 "Los periodistas jóvenes me preguntan de qué va mi libro, sin habérselo leído, porque están aburridos. Y yo lo entiendo, porque hoy tienen mi entrevista y luego otra y estamos metidos en un túnel de lavado, entonces, se trata de coordinarnos un poco para que salga algo interesante, porque yo también me aburro, y aquí estoy, promocionando mi libro.

He leído que tiene altas capacidades. ¿Eso explica algunas cosas?
Todo. Lo descubrí cuando mi madre se divorció, en unos papeles en la mudanza. Eso me lo explicó todo. Mi incapacidad. Esta cabeza. Es horrible. Cuando dices que eres superdotado parece que estás fardando, ya quisiera yo que no fuera así. Yo puedo escribir una novela por la mañana y otra por la tarde, y entonces te dicen: pues serán una mierda, pero resulta que no lo serán tanto, porque llevo años viviendo muy bien de ellas. Es muy raro, porque fuera va todo muy lento, y dentro, muy rápido. Ser superdotado e hipersensible es una putada. Ahora, también te digo que, si los superdotados y los hipersensibles mandaran, el mundo sería distinto.



12 febrero 2025

El miedo y la falta de agenda aspiracional

(El grito. Edward Munch)

La política actual está centrada en el miedo. Era algo patente en la primera legislatura de Trump; con un discurso donde predominaban los miedos conspirativos. Y el discurso demócrata giraba en torno al miedo a Trump, al cambio climático… Ningún partido era capaz de ofrecer algún valor social o una agenda aspiracional. El debate consistía en deslegitimar los miedos de los demás y priorizar los propios.

A lo largo de la historia, y originalmente, el miedo ha sido un mecanismo para proteger los valores liberales, pero con el tiempo ha terminado opacando esos mismos valores que intentaba preservar. Hoy hay más miedos que valores. Y, más que interesado en el miedo, lo que me intriga es cómo vamos a salir de esta situación. Es muy difícil dar con algún movimiento progresista en el sentido de que mire hacia el futuro en lugar de priorizar cómo protegerse. El miedo está vinculado a valores liberales muy apreciados, como la libertad. La gente prefiere ceder su libertad a otra persona para que tome las decisiones. La libertad da miedo.

El miedo también da claridad. Nos recuerda que si no solucionamos algo que hay que solucionar, se va a convertir en un problema. Permite ver el mundo desde una perspectiva distinta y hay algunas experiencias que asustan, como la enfermedad, que ayudan a que prioricemos lo que de verdad importa. Lo que ocurre es que cuando la experiencia pasa, con frecuencia olvidamos lo que hemos aprendido. Por eso valoro tanto el arte y el cine: nos ayudan a recordarlas.

P. ¿Cree que vivimos en una época en la que el miedo se debe a problemas de salud mental más que a amenazas externas reales?

Depende de donde se viva y cómo. Pero en EE UU, y generalizando, creo que probablemente la causa sea mental. Si nos atenemos a estándares históricos, al nivel adquisitivo y la esperanza de vida, podríamos decir que estamos en el mejor momento de la historia. Pero no es así como se siente la gente: tiene miedo y repercute en un mundo más virtual, en la caída de la socialización y la apertura, en el aumento de suicidios.

Robert Peckham

02 enero 2025

El Voluntarismo Mágico



Desde hace algún tiempo, una de las tácticas más exitosas de la clase dominante ha sido la responsabilización. Hacer creer a cada miembro individual de la clase subordinada que su pobreza, falta de oportunidades o desempleo es culpa suya y sólo suya. Los individuos se culparán a sí mismos más que a las estructuras sociales, que en cualquier caso se les ha inducido a creer que en realidad no existen (son solo excusas, invocadas por los débiles).

 Lo que Smail llama ‘voluntarismo mágico’, la creencia de que depende de cada cual llegar a ser lo que uno quiera, es la ideología dominante y la religión no oficial de la sociedad capitalista contemporánea, promovida por los ‘expertos’ de los reality shows y gurús de los negocios, tanto como por los políticos. El voluntarismo mágico es tanto un efecto como una causa del nivel actual históricamente bajo de conciencia de clase. Es la otra cara de la depresión, cuya convicción subyacente es que todos somos los únicos responsables de nuestra propia miseria y que, en consecuencia, la merecemos. 

Una doble carga particularmente cruel se impone ahora a los desempleados de larga duración en el Reino Unido: una población a la que durante toda su vida se le ha dicho que no sirve para nada, recibe simultáneamente el mensaje de que puede hacer lo que quiera. (Mark Fisher: Good for nothing)

El término voluntarismo mágico fue acuñado por David Smail, un psicólogo clínico británico que utilizó el materialismo cultural para explicar la angustia psicológica.

«Los llamados trastornos psiquiátricos […] son la creación del mundo social en el que vivimos, y ese mundo es estructurado por el poder». Smail describe como el voluntarismo mágico es «la doctrina de autoayuda que propone que los individuos pueden convertirse en dueños de su propio destino» y cómo «con la ayuda experta de tu terapeuta o consejero, tú puedes cambiar el mundo del que eres en última instancia responsable, de manera que ya no te cause angustia». 

Es una forma de privatización del sufrimiento que apantalla las cuestiones sociales, culturales y políticas que afectan negativamente la vida de las personas. En lugar de intentar cambiar el mundo, tal vez mediante la acción colectiva, se fuerza a las personas a que se cambien (se transformen, esa palabra) a sí mismas. Si no lo consiguen (y la depresión persiste!) es su responsabilidad.
(David Smail )


30 diciembre 2024

La Hipocondria moral




"Un fantasma recorre los salones de las clases medias occidentales: el fantasma de la hipocondría moral.
Sentir culpa por hechos en los que no participan directamente: esa suele ser la reacción entre gentes bienestantes. Desentrenadas en asumir responsabilidades políticas, lidian con los males del mundo con sentimentalismo, juicios maniqueos y una mezcla de decencia moral y narcisismo."

"De la peculiar combinación de decencia y narcisismo nace uno de los fenómenos tal vez más definitorios de las clases medias progresistas de las sociedades occidentales a partir de la segunda mitad del siglo XX: la hipocondría moral. Se trata de la idea según la cual si nos sentimos culpables por los males y las enfermedades del mundo social y político es porque son en efecto culpa nuestra, a pesar de que muchas veces esté lejos de ser claro qué significaría tal cosa. La hipocondría moral es, en pocas palabras, creer que sentir culpa nos convierte en culpables. Esta forma de falsa consciencia revela un desconcertante narcisismo patológico que mezcla una desmesurada presencia del yo y una brújula moral bien imantada.

La hipocondría moral es un fenómeno tan pequeñoburgués como el decoro a la hora de comer, el uso arbitrario de benzodiacepinas o las llamadas a la policía a las dos de la mañana porque hay borrachos cantando en la plaza de debajo de casa.

El hipocondríaco moral tiene dos rasgos narcisistas mezclados: pensar que es más importante de lo que realmente es, por un lado, y no poder distinguir entre sentir que ha actuado mal y haber actuado de hecho mal, por el otro. El hipocondríaco moral siente indignación acerca de algún acontecimiento sin que eso implique que en efecto se haya cometido una injusticia; más bien es, de nuevo, una proyección de su propia vida psíquica. Estos rasgos muestran que la persona tiene dificultades para distinguir entre su punto de vista y la realidad.

Quienes ambicionan e intentan poner en práctica un ideal utópico pueden ser desmedidamente optimistas y carecer de una visión realista del mundo, pero no suelen sufrir hipocondría moral, entre otras cosas porque embarcarse en intentar organizar un ideal utópico es la actitud quizás más anti burguesa que existe, mientras que la hipocondría moral es una actitud tal vez exclusiva de las mentes burguesas.

Donde todos son culpables, nadie lo es. (Hannah Arendt)

(Natalia Carrillo & Pau Luque: Hipocondría Moral)