deseo sexual, prima. Los anarquistas han echado a tu ligue porque piensan que la iniciativa sexual ha sido enteramente de él. Que tú, por tanto, has sido seducida. Presumen que tú estás en una situación de debilidad ante el macho, que se aprovecha de ti, de que eres nueva, de que eres poco punki, de que no sabes decir que no como sistemáticamente dicen que no las feministas del ateneo. ¿De qué están empapeladas sus fiestas? De carteles que dicen NO ES NO. ¿Qué grafitearon los de Can Vies en la última fiesta que hicieron en la Plaza Málaga? NO ME MIRES, NO TE ME ACERQUES, NO ME TOQUES. ¡Coño! ¡Y en letras de medio metro cada una! ¡Si por lo menos hubiera un grafiti lo mismo de grande al lado que dijera SÍ ES SÍ…! Pero ni eso, con lo que un indiscriminado voto de castidad presidía la fiesta entera. Los anarquistas quieren protegerte porque no entienden que tú, mujer, quieras que te miren, que se te acerquen y que te toquen, y que eso te lo pueda hacer un casi completo desconocido. Estos okupas criminalizan la pulsión sexual del mismo modo que el código penal los criminaliza a ellos por vivir sin pagar el alquiler. Criminalizan la pulsión sexual desde el punto y hora en que entienden que cualquiera que te mire, que se te acerque o que te toque, quiere abusar de ti. Nos animan a nosotras, mujeres, a decir que no. Quieren enseñarnos a nosotras, mujeres, a emborracharnos y a hacer pogos y a fumar porros y a encapucharnos, como siempre han hecho los varones. Sin embargo, no quieren enseñarnos otra cosa que también han hecho siempre los varones: expresar el deseo sexual y culminarlo.
Esa mujer no es una disidente sexual para tu grupo anarquista. Esa mujer lo que está es tarada. Esa mujer se está metiendo en líos. Esa mujer está provocando, está poniéndoselo fácil a los violadores, o como poco a los machos fachos o a los machos sensibles, que vienen a ser lo mismo, y está poniendo en peligro los pilares del feminismo negador, el feminismo de la negación, el castrador feminismo en el que la mujer vuelve a desempeñar, paradojas de la vida, el rol de sumisa, pues dota al que se le acerca con intenciones sexuales de un poderío fálico ante el que solo cabe no ya atacar, lo que constituiría una digna actitud luchadora, sino defenderse. La feminista castradora se presume a sí misma objeto de dominación por parte de quien quiere follársela, al que presume en todo caso sujeto dominador. Como buena sumisa, en esa sádica relación que, lejos de combatir, asienta y en la cual se acomoda, la feminista autocastrada halla placer en la negativa que su sádico le inflige. Piensa la feminista de la negación que es ella quien niega el falo, pero se engaña: ella lo que quiere es que el falo la niegue a ella. Ella lo que quiere es revertir los clásicos roles de la calientapollas y el pagafantas. Ya no quiere ser más la seductora que no concede ni un beso después de que el tío la haya invitado a las copas. En vez de dinamitar esos roles de mierda, esa relación donde no hay ni carne ni verdad sino solo retórica y seducción, la autocastrada quiere adoptar el rol del pagafantas y que el otro sea su calientacoños, su negador de la carne, al que ella indefectiblemente se somete porque le gusta carecer de iniciativa sexual, que es una cosa muy pesada porque acarrea mucha creatividad, mucha Así, negando, se evitan las consecuencias inesperadas que pueden derivarse del follar no premeditado, siendo la falta de premeditación lo que distingue, qué duda cabe, al buen follar del mal follar. Siendo además esa falta de premeditación lo que nos aleja de los fetichismos y nos acerca a la verdadera cópula desenfrenada, desenfrenada no como sinónimo de veloz sino de ilimitada, de incondicional y de carente de formalismos.
Pero este feminismo negador pontifica con que decir no al follar es liberador porque entiende el acto sexual como una histórica herramienta de dominación del hombre hacia la mujer. Mujer: cuanto menos tiempo y energía dediques al sexo, bárbara tarea, más tiempo tendrás para ti misma, para cultivarte y hasta para hacer la revolución. Mujer que no folla es mujer independiente y liberada. ¿No suena esto exactamente a lo que suena: a la mística del celibato? ¡Se llaman a sí mismas anarquistas y andan legislando sobre los coños! Irónicamente, defienden el follar malo, el follar premeditado, el follar, en fin, burgués. Halla placer el feminismo castrador en la elección consciente y calculada de pareja sexual como placer halla el consumidor en la elección de una mayonesa u otra en el supermercado, porque entienden estos feministas que follar es cuestión de gustos. ¡Nada menos que de gusto personal!