19 mayo 2025

La nueva derecha populista y la Revolucion

(Slavoj Zizek)

“En mi vejez me estoy volviendo muy misántropo. Odio a la gente."

"En estos tiempos, le preocupa la deriva del mundo, alerta de que nos vayamos preparando para grandes emergencias y observa, paradojas de la historia, cómo las nuevas derechas populistas están usando un lenguaje pseudorrevolucionario mientras la izquierda parece haber tornado en guardiana de la ley y el orden. “Como señala Varoufakis, y ya está ocurriendo”, dice, “lo que Trump y los populistas están haciendo es, en la práctica, una revolución; no es una revolución socialista pero están cambiando radicalmente el capitalismo tal y como lo conocemos. La nueva derecha populista es la que está haciendo una revolución”.

"Mire nuestro mundo hoy en día. Tenemos al menos tres megaproblemas: la guerra nuclear, la crisis ecológica y la inteligencia artificial. Hablando de inteligencia: se han hecho estudios que miden periódicamente el cociente de inteligencia. Dejan claro, sin ambigüedades, que, desde 2010, la mayoría de la humanidad somos cada vez más estúpidos, literalmente. Nos apoyamos tanto en lo digital que, simplemente, pensamos y razonamos cada vez menos."

"¿Qué podemos hacer? Necesitamos de una cooperación global para afrontar esto, la catástrofe ecológica y el peligro de una nueva guerra nuclear. El comunismo para mí no es el viejo politburó estalinista. Necesitamos más formas obligatorias de cooperación. El apagón en
España demostró que precisamente porque estamos tan desarrollados e interconectados somos mucho más vulnerables. Ahora, un pequeño accidente, una relativamente pequeña catástrofe natural, lo paraliza todo. Para confrontar estos problemas necesitamos comunismo, entendido como mecanismos de coordinación, que no se pueden dejar a los mercados, que limiten la soberanía de los Estados."

Sí, pero esto ¿cómo se implementa?
"Soy pesimista. Vivimos en una era del desconocimiento. Hablamos de las catástrofes, pero no nos las tomamos en serio. Queremos gastar un poco más en ecología, blablablá, pero queremos seguir con nuestras vidas relativamente confortables. Aún no hemos sufrido una amenaza lo suficientemente fuerte."

¿Trump está haciendo lo adecuado por razones equivocadas? ¿Qué es lo que está haciendo bien?
Gobernar por decreto en una situación de emergencia. Estamos en estado de emergencia. La democracia, y aquí soy muy pesimista, está perdiendo su eficacia. Lo que estoy diciendo es muy problemático, pero vienen tiempos en los que necesitamos decisiones más rápidas y
eficaces. Se hizo durante la pandemia, y España lo hizo bien. Decisiones centralizadas pero conectadas con la sociedad civil y las organizaciones sociales. La pandemia fue un buen ejemplo de lo que nos espera, un estado de emergencia.

Entonces, ¿la democracia no es eficiente en situaciones de emergencia?
"Yo apoyo la democracia, no estoy loco, necesitamos una libertad de prensa genuina, el poder debe recibir auténtico feedback de lo que la gente piensa, y sé bien que esto no sucede en China. Pero ante una emergencia, la gente prefiere la eficiencia, la acepta. Debemos encontrar, dentro de la nación Estado, formas de cooperación que vayan más allá de la estructura partido en el Gobierno, oposición y demás. Con ese tipo de régimen, la atención se ve limitada por las siguientes elecciones. Lo que admiro de China es que, claro, no tiene democracia, pero sus líderes no piensan cómo van a sobrevivir los cuatro próximos años, sino en qué será de China a largo plazo. Creo que es una cuestión de supervivencia. En los próximos dos o tres años, puede que no pase nada grave. Pero mi axioma es que estamos acercándonos a estados de emergencia.

¿Cuál es la alternativa a la democracia y al capitalismo?
" Aquí le daré una respuesta que, de nuevo, es muy problemática para muchos. Aunque tengo desacuerdos con Yanis Varoufakis, coincido con él en que la izquierda estaba soñando con la decadencia del neoliberalismo y llegó Trump y fue más allá. Trump es el que ha abolido, más o menos, el neoliberalismo. La era que Nixon abrió en 1971 se acabó. Lo que la izquierda tiene que hacer es olvidarse de esta vieja y naif idea de que Trump es un error, que debemos volver al Estado de bienestar pretrumpiano, prepopulista, no. El modo en que este funcionó nos condujo al neoliberalismo. Y Trump paró, mejor que gran parte de la izquierda, la crisis del capitalismo liberal. Aceptando esto, la izquierda deberá inventar algo nuevo o será su final."

Y entonces, en su opinión, ¿qué es lo que debe hacer la izquierda?
"Sé que es problemático, pero la izquierda debe pensar, no diré en abolir el mercado o el capitalismo, pero sí en someterlo a un control colectivo más fuerte. Incluso si ello implica un Estado más fuerte, pero no me refiero al Estado nación. Yo creo en un control más global, primero paneuropeo, pero luego global. Ante las amenazas ecológicas, los desastres naturales y la inteligencia artificial, tiene que haber una cooperación global más fuerte.

Con todas esas amenazas que tenemos por delante, ¿es posible pensar en un mundo mejor?
" En esto soy pesimista. No quiero imaginar un mundo mejor. Tenemos que tener claro que los viejos buenos tiempos de la socialdemocracia liberal pasaron. Las reglas han cambiado.
No podemos hablar de un mundo mejor, sino de supervivencia colectiva, de continuar con algún tipo de vida normal, con libertades, en un estado de emergencia.

Cambiemos de tema. Las críticas contra lo woke arrecian tanto desde la derecha como en la propia izquierda. ¿Está contra el wokismo?
"Yo estoy contra la cultura de la cancelación. Entre la gente que practica la cultura de la cancelación se supone que el objetivo oficial es promover la diversidad, la inclusión. Pero lo que hacen en realidad es excluir a aquellos que no aceptan su definición de inclusión y 
demás. Si observas la cultura woke en detalle, es gente de clase media alta, apuntando a gente de clase baja."

En El sexo y el fracaso del absoluto (Paidós) abordaba usted el tema de las relaciones entre hombres y mujeres en tiempos en que se ha puesto en el centro el concepto del consentimiento. ¿Cómo se sitúa en el debate sobre el consentimiento?
"No me gusta que todo gire en torno al consentimiento. En la prostitución también puede haberlo. La verdadera violencia y explotación en las relaciones sexuales puede asumir la forma de algo consentido."

Y usted está en contra de la prostitución, claro.
"Por desgracia, sí. A pesar de que ahora lo liberal es decir por qué no, en esto soy, tal vez, muy naif. Creo que el sexo es algo íntimo."

¿Cómo describiría el punto en el que se encuentra en su vida?
"Estoy triste, estoy en pánico porque estoy haciéndome viejo. Soy un workaholic, yo no trabajo para vivir, vivo para trabajar. Tengo 76 años, necesito dormir mucho y estoy perdiendo facultades para trabajar. No me gusta. No creo que la edad aporte ninguna 
sabiduría."

¿No aporta sabiduría?
"¡No! ¡La sabiduría es lo que más odio! Hay un dicho muy vulgar en Eslovenia que dice: no puedes orinar contra el viento, ja, ja. La sabiduría es una absoluta estupidez conformista."

Permítame hacerle una última pregunta y siéntase libre de no responderla. ¿Piensa usted en la muerte?
"No. Yo quiero morir como mi amigo Fredric Jameson, de un ataque al corazón. Odio la idea de morir lentamente, pensando en cuál será mi legado, blablablá, quiero trabajar hasta mi muerte. Dormirme pensando que mañana será otro día y no despertar. No puedo imaginarme a mí mismo, sentado como un viejo idiota, sin trabajar. Incluso me quitaría la vida."

¿Se quitaría la vida?
"No quiero dolor. Yo no tengo miedo a la muerte, tengo miedo a morir lentamente y con dolor. Si me enterara de que mi esposa o uno de mis hijos muere, mi primera pregunta sería: ¿cómo fue? Si fuera un accidente, instantáneo, diría: ah, pues vale. Y seguiría trabajando en mi ordenador. Si fuera una muerte lenta y con dolor, no podría soportarlo, probablemente me quitaría yo también la vida."

07 mayo 2025

El anarquismo y el sexo

(Cristina Morales)

Los anarquistas han echado a tu ligue para protegerte del
deseo sexual, prima. Los anarquistas han echado a tu ligue porque piensan que la iniciativa sexual ha sido enteramente de él. Que tú, por tanto, has sido seducida. Presumen que tú estás en una situación de debilidad ante el macho, que se aprovecha de ti, de que eres nueva, de que eres poco punki, de que no sabes decir que no como sistemáticamente dicen que no las feministas del ateneo. ¿De qué están empapeladas sus fiestas? De carteles que dicen NO ES NO. ¿Qué grafitearon los de Can Vies en la última fiesta que hicieron en la Plaza Málaga? NO ME MIRES, NO TE ME ACERQUES, NO ME TOQUES. ¡Coño! ¡Y en letras de medio metro cada una! ¡Si por lo menos hubiera un grafiti lo mismo de grande al lado que dijera SÍ ES SÍ…! Pero ni eso, con lo que un indiscriminado voto de castidad presidía la fiesta entera. Los anarquistas quieren protegerte porque no entienden que tú, mujer, quieras que te miren, que se te acerquen y que te toquen, y que eso te lo pueda hacer un casi completo desconocido. Estos okupas criminalizan la pulsión sexual del mismo modo que el código penal los criminaliza a ellos por vivir sin pagar el alquiler. Criminalizan la pulsión sexual desde el punto y hora en que entienden que cualquiera que te mire, que se te acerque o que te toque, quiere abusar de ti. Nos animan a nosotras, mujeres, a decir que no. Quieren enseñarnos a nosotras, mujeres, a emborracharnos y a hacer pogos y a fumar porros y a encapucharnos, como siempre han hecho los varones. Sin embargo, no quieren enseñarnos otra cosa que también han hecho siempre los varones: expresar el deseo sexual y culminarlo.

—Para estos anarquistas tuyos, la pulsión sexual es peligrosa. Estoy de acuerdo con ellos: follar es peligroso. Follar es un acto de voluntad, un acto político, un lugar de debilidad donde caben desde el ridículo hasta la muerte, pasando por el trance, el éxtasis y la anulación. Pero los anarquistas no quieren asumir ese riesgo. Asumen otros, muchos y variados, pero ese no. ¿Por qué no asumen el riesgo del follar los anarquistas de hoy, a pesar de que sí lo asumieron los anarquistas de hace cien años? —Esta pregunta era retórica pero Marga, de nuevo, se la tomó como a ella dirigida, señal inequívoca de que me estaba escuchando. No sabía la respuesta y se encogió de hombros—. Este cambio de mentalidad merece ser estudiado con detenimiento. ¿No consideran los anarquistas de hoy la emancipación del deseo sexual parte de su lucha por la emancipación de todas las opresiones? —Marga volvió a encogerse de hombros, yo misma respondí—: Parece que no. Esa lucha, ¿les da miedo? —De nuevo alzó y descargó Marga los hombros en un gesto de niña a la que le toman la lección sin haber estudiado y sin saberse ninguna respuesta. Volví yo a responder—: Parece que sí. ¿Les da miedo follar? Por ahí van los tiros, por ahí van las pelotas de goma de los antidisturbios sexuales. Han entendido liberación sexual como mera y simple asunción y visibilización de la personalidad no heteronormativa de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales. Han acuñado el bello concepto de «disidencia sexual» para referirse a lo más superficial del sexo: a la identidad y a las pintas, a precisamente todo aquello que follando debería disolverse. Disidente sexual es una mujer que se deja bigote. Disidente sexual es un tío que empieza a hablar de sí mismo en femenino. Disidente sexual es el que toma estrógenos o la que toma testosterona. Vale que todos ellos son disidentes sexuales del heteropatriarcado. Sin embargo, ¿es disidente sexual una tía supermaquillada y vestida como Beyoncé, una tía incluso con tetas de silicona y una liposucción practicada, que quiere que la miren y que se le acerquen y que la toquen porque esa mujer, simple y llanamente, tiene ganas de follar, no de conseguir dinero, no de conseguir un favor laboral, no de darle celos a otra persona, sino que quiere follar porque para ella lo mejor del mundo es follar porque no idealiza ni categoriza ni clasifica el acto sexual y los cuerpos que sexualmente actúan, sino que concibe el follar como algo más alejado de lo simbólico y más próximo a la fornicación, es decir, a la tarea de poner todas nuestras potencias al servicio del placer? —No era espiral del silencio ni era niña poco aplicada. Íbamos sentadas una junto a la otra y a veces Marga giraba no solo la cabeza, sino que dirigía hacia mí el tronco en su natural posición de adelantamiento, de Sherlock Holmes o de Pantera Rosa que sigue un rastro de huellas en mi regazo, de modo que su oreja quedaba a la altura de mi boca y yo olía su pelo de días sin lavar—.
Esa mujer no es una disidente sexual para tu grupo anarquista. Esa mujer lo que está es tarada. Esa mujer se está metiendo en líos. Esa mujer está provocando, está poniéndoselo fácil a los violadores, o como poco a los machos fachos o a los machos sensibles, que vienen a ser lo mismo, y está poniendo en peligro los pilares del feminismo negador, el feminismo de la negación, el castrador feminismo en el que la mujer vuelve a desempeñar, paradojas de la vida, el rol de sumisa, pues dota al que se le acerca con intenciones sexuales de un poderío fálico ante el que solo cabe no ya atacar, lo que constituiría una digna actitud luchadora, sino defenderse. La feminista castradora se presume a sí misma objeto de dominación por parte de quien quiere follársela, al que presume en todo caso sujeto dominador. Como buena sumisa, en esa sádica relación que, lejos de combatir, asienta y en la cual se acomoda, la feminista autocastrada halla placer en la negativa que su sádico le inflige. Piensa la feminista de la negación que es ella quien niega el falo, pero se engaña: ella lo que quiere es que el falo la niegue a ella. Ella lo que quiere es revertir los clásicos roles de la calientapollas y el pagafantas. Ya no quiere ser más la seductora que no concede ni un beso después de que el tío la haya invitado a las copas. En vez de dinamitar esos roles de mierda, esa relación donde no hay ni carne ni verdad sino solo retórica y seducción, la autocastrada quiere adoptar el rol del pagafantas y que el otro sea su calientacoños, su negador de la carne, al que ella indefectiblemente se somete porque le gusta carecer de iniciativa sexual, que es una cosa muy pesada porque acarrea mucha creatividad, mucha 
Así, negando, se evitan las consecuencias inesperadas que pueden derivarse del follar no premeditado, siendo la falta de premeditación lo que distingue, qué duda cabe, al buen follar del mal follar. Siendo además esa falta de premeditación lo que nos aleja de los fetichismos y nos acerca a la verdadera cópula desenfrenada, desenfrenada no como sinónimo de veloz sino de ilimitada, de incondicional y de carente de formalismos. 
Pero este feminismo negador pontifica con que decir no al follar es liberador porque entiende el acto sexual como una histórica herramienta de dominación del hombre hacia la mujer. Mujer: cuanto menos tiempo y energía dediques al sexo, bárbara tarea, más tiempo tendrás para ti misma, para cultivarte y hasta para hacer la revolución. Mujer que no folla es mujer independiente y liberada. ¿No suena esto exactamente a lo que suena: a la mística del celibato? ¡Se llaman a sí mismas anarquistas y andan legislando sobre los coños! Irónicamente, defienden el follar malo, el follar premeditado, el follar, en fin, burgués. Halla placer el feminismo castrador en la elección consciente y calculada de pareja sexual como placer halla el consumidor en la elección de una mayonesa u otra en el supermercado, porque entienden estos feministas que follar es cuestión de gustos. ¡Nada menos que de gusto personal!

01 mayo 2025

Musil y la Estupidez


(Robert Musil)

Se considera que, para hablar de la estupidez, hay que ser inteligente; se considera que hacer gala de inteligencia es un signo de estupidez; se considera, pues, más prudente no mostrarse inteligente, o sea, mostrarse estúpido. 

Esta prudencia, evidentemente pesimista, le recuerda a Musil aquella otra, más desastrosa, del más débil que, siendo el más sabio, evita mostrar su sabiduría: ¡ésta podría amenazar la vida del más fuerte!

 Pero escribe Musil: «El que está en el poder se irrita menos cuando los débiles no pueden que cuando no quieren». Por lo tanto, ser estúpido para no mostrarse inteligente, actitud que se considera estúpida, acaba por reducir al hombre a la «desesperación, o sea, a un estado de debilidad».