26 enero 2011

Rimbaud y los electrodomesticos

El sacrificio no había servido de nada. Observaba con desesperación el goteo del lavavajillas. La historia venia de atrás, de esos momentos de juventud en los que uno orienta su vida, mas bien desorienta, pero eso suelen ser apreciaciones a posteriori. Leía a Rimbaud, al poeta genial, al joven Rimbaud, como se llama a los genios, una carrera literaria brillante, probablemente escritor consagrado antes de los cuarenta, una vida cómoda, reconocimiento y dinero y el joven Rimbaud lo deja todo, desaparece, se dedica al tráfico de armas y aparece, para morir, diez años después, en un estado lamentable. Yo, en realidad, había pasado de leer vidas ejemplares de santos a leer vidas de poetas y claro, todos sufrían, se ponían enfermos y llevaban una existencia atormentada. Escogí, con cierta cobardía, la comodidad burguesa, orden, seguridad social y vacaciones en la playa. Mis amigos progres me llamaban “pequeño burgués”, no se si sería por la estatura, pero ahora que lo pienso no soy tan bajo. Durante todos estos años he ido concretando este orden en que funcionen todos los electrodomésticos, hay que ocupar el tiempo con las tareas cotidianas y así todo va engrasado y sin angustias. Pero lo de hoy ha sido la gota que colma el vaso, me han engañado, la tranquilidad burguesa no existe, no desaparece la incertidumbre, uno sustituye en su vida los vaivenes de la pasión por los vaivenes del mantenimiento y las reparaciones. El amor eterno, que es el no correspondido, sustituido por la espera eterna a que aparezca el técnico correspondiente. No recordaba ningún instante de mi vida en que todos los aparatos funcionaran, en que no me gastara dinero en revisiones o en arreglar alguno. Sonó el timbre, el técnico acababa de llegar. Con movimientos pausados y apariencia de seguridad desmontó la tapa lateral y pronunció la frase fatídica, su condena: - Esto no tiene arreglo, hay que cambiar esta pieza y ya no la fabrican, este lavavajillas es muy antiguo y a los cinco años dejan de fabricar recambios. Casi le saldrá a cuenta comprar uno nuevo. No se que me sucedió entonces, se me nubló la vista y por mi memoria pasaron mis renuncias y la comodidad que nunca tuve. La rabia de sentirme engañado estalló y al cabo de un instante el técnico estaba ensangrentado y muerto a los pies de la tapa del lavavajillas. A partir de ahora solo viajaré en autobús. 

Nuestra misión es realizar la mentira que encarnamos, lograr no ser más que una ilusión agotada. (Cioran)

2 comentarios:

José Luis dijo...

No has abusado mucho de mí, es verdad, pero no pienso ir la próxima vez que me llames por algún problema informático...

Rafa dijo...

Hombre si lo arreglas, no saco mi doble personalidad. Un abrazo