30 agosto 2010

Pinocho y la monarquia


Pinocho es un diablillo. Es un niño "de madera", duro y sin corazón que no honra a sus padres. Sin embargo, a medida que avanza el cuento empieza a evidenciar síntomas de humanidad. Cuando cuenta mentiras, le crece la nariz, lo cual indica la presencia de una conciencia. Pero solo después de que ha demostrado que tiene sentido del deber y sentimientos sinceros de amor, se convierte en un humano de carne y hueso. En una silla a su lado descubre la marioneta que era antes.

El cuento ilustra el desarrollo ideal de un monarca constitucional. A fin de evitar un choque entre su papel simbólico y sus cualidades, el monarca ha de empezar siendo un leño. A continuación ha de desarrollar la capacidad de establecer una diferencia entre si mismo como persona privada y como persona pública. (En este sentido es curioso que, de joven, la futura reina Guillermina tuviera una institutriz especial para sus muñecas.)

El monarca ha de ser suficientemente listo para hacerse el tonto. En los actos publicos ha de comportarse como una marioneta para dejar bien claro que esta interpretando un papel. No puede evidenciar sentimientos sinceros y ha de honrar a sus padres solo formalmente. La prueba definitiva de su idoneidad para el cargo es la demostración involuntaria de vergüenza. Pero para evitar que su nariz llame demasiado la atencion, sus apariciones en publico han de ser lo más breves posibles.

(Matthijs van Boxsel)

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