05 abril 2022

Contar algo por escrito es quitárselo de encima




Un libro es, mientras se planea o no se planea y se escribe, un estado de espíritu, una manera particular de encontrarse en el mundo, un ángulo peculiar de observación.

Contar algo por escrito es quitárselo de encima. Por eso decía Nabokov, que después de escribir sobre un cierto periodo de su vida se olvidaba por completo de él. Se cultiva la memoria para desprenderse de ella. Lo que ya está en las páginas impresas no tiene por qué seguir pesando en la conciencia.

Fue a los mismos colegios que los hijos de la élite política y económica de Cataluña, pero a diferencia de ellos no heredó dinero ni poder, ni esa seguridad tranquila de tener derecho a todo y a no responder de nada que es el patrimonio moral de quienes se saben en la cima de una sociedad de castas.

Los retratos cercanos de unos personajes a los que el autor conoce “de toda la vida”, como solía decirse en esos ambientes: es esa perspectiva, ese conocimiento tan próximo, lo que le permite calibrar la escala y la rapidez de las conversiones fervorosas al independentismo, así como la irresponsabilidad inaudita de una clase social que hace compatible la defensa impúdica de sus extraordinarios privilegios con una deriva insurreccional y una gesticulación revolucionaria que se parece sobre todo a un gamberrismo de ricos. Las gentes de orden con yates y mansiones ahora se sienten heroicas votando a partidos de extrema izquierda. Una casta empresarial, funcionarial y política que tiene la vida más regalada de gran parte de Europa se siente ennoblecida por el sufrimiento bajo la opresión y el heroísmo de la resistencia. El extremismo, como escribió Saul Bellow puede ser el lujo supremo, the ultimate luxury, dice él, de los privilegiados.

(Antonio Muñoz Molina: sobre Cristian Segura)


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