27 abril 2019

La privacidad ha sido abolida


Podemos llegar a cualquier punto del mundo, pero, más importante aún, desde cualquier punto podemos ser alcanzados. La privacidad y sus posibilidades son abolidas. La atención es cercada por todas partes. No silencio sino ruido ininterrumpido, no el desierto rojo, sino un espacio cognitivo sobrecargado con incentivos nerviosos para actuar: esta es la alienación de nuestro tiempo...

El capital ha logrado superar el dualismo del cuerpo y el alma estableciendo una fuerza de trabajo en la que todo lo que queremos decir con el alma —lenguaje, creatividad, afectos— es movilizado para su propio beneficio. La producción industrial puso a trabajar los cuerpos, los músculos y los brazos. Ahora, en la esfera de la tecnología digital y la cibercultura, la explotación involucra la mente, el lenguaje y las emociones con el fin de generar valor, mientras nuestros cuerpos desaparecen frente a la pantalla.

En el paisaje filosófico de las décadas de 1960 y 1970, el concepto hegeliano de la alienación fue utilizado para definir la captura de la subjetividad. El extrañamiento de los trabajadores de su labor, la sensación de alienación que experimentaron, y su negación a someterse a ello se convirtieron en las bases para una comunidad humana que permaneció autónoma del capital. Pero hoy una nueva condición de alienación se ha arraigado en la cual los trabajadores común y voluntariamente trabajan horas extras, la población está atada a sus teléfonos celulares, la deuda se ha convertido en una forma post-moderna de la esclavitud, y los antidepresivos son comúnmente usados para cumplir con la incesante presión de la producción. Las condiciones para la comunidad han encallado y nuevas categorías filosóficas son necesarias.


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