02 febrero 2019

Llevamos ya el ‘no lugar’ encima, con nosotros”


Pregunta. “Para ser feliz hay que conocerse, estar atento al presente y ser útil a los demás”, asegura. Pero en estos tiempos egocéntricos, dos de esas premisas no las cumple casi nadie: conocerse a sí mismo y darse a los demás…
"Las tecnologías alteran espacio y tiempo: puedes contactar con alguien en cualquier lugar y circunstancia, cuando relacionarse con el otro necesita dedicar un tiempo y un espacio concretos; es paradójico: las redes sociales están destruyendo las relaciones sociales"
Respuesta. Por eso mi propuesta es modesta; ir ni que sea al bar de debajo de casa es una oportunidad de estar con los otros, puede parecer superficial, pero en cualquier caso es real; todas las propuestas de mi libro están vinculadas al movimiento, al ir hacia otras personas; en esos pequeños momentos nos sentimos existir, con los cinco sentidos; pero hay que saber darse cuenta.

P. Toda su obra, y en este libro también, destaca la importancia de las relaciones sociales, de que nos hacemos y cobramos sentido cuando nos relacionamos con los otros, pero encuestas en EEUU detectan ya que los jóvenes prefieren interactuar en la redes sociales que quedar físicamente. ¿Tenemos miedo a tratarnos cara a cara?
R. Es el gran mal de la redes, que están trastocando la naturaleza misma de la relación humana, alteran espacio y tiempo: puedes contactar con alguien en cualquier lugar y circunstancia, cuando relacionarse con el otro necesita dedicar un tiempo y un espacio concretos; es paradójico: las redes sociales están destruyendo las relaciones sociales; la gente debería detectar que no es suficiente lo que nos dan las redes. Y pasa también que provocan que los efectos de reconocimiento sean sustituidos por los efectos de conocimiento: vemos a un presentador de televisión como si lo conociéramos, pero sólo lo reconocemos; y eso pasa con todo y con todos.
Cada vez hay un número más reducido de personas que están en la vanguardia del saber real y demasiada gente que no sabe…, pero que cree saber

P. Pide en Las pequeñas alegrías recuperar la ilusión de las primeras veces, recuperar películas y libros, lo llama “tener el espíritu de Don Juan”, siempre con la ilusión seductora del primer día… Pero condiciones laborales precarias, ritmos de trabajo y producción cultural masiva no invitan al sosiego de la re visitación…
R. Por eso hablo de “pequeñas felicidades a pesar de todo”; el más alienado puede experimentar esos momentos de existir intensamente que propongo; pero sobre todo debe ser consciente de estarlos viviendo: no son momentos que nos vendrán por azar sino que hemos de saber que se están dando en ese momento, reconocerlos para que puedan permanecer con nosotros; si uno es consciente de ellos también son una promesa de futuro.
P. Incluye en la galería de placeres, el tararear y el silbar
R. Hoy ya no se silba ni se canta; cuando era pequeño, lo oía constantemente en las calles, en las casas; era memoria histórica y nexo generacional, vinculabas el estribillo a algo de tu pasado…En cambio, en cafeterías, centros o instalaciones hoy no paran de sonar radios o hilos musicales; hoy no soportamos el silencio. ¿Miedo de estar con nosotros mismo? No, más bien es el sistema que quiere que estemos inmersos en el ruido, quizá para tenernos más en tensión; no sé; en cambio, el ruido, el volumen hace más difícil la creación; al cantar, tenemos la sensación de crear y de recrear.
P. También sorprende que reivindica la jubilación, generalmente leída como que el sistema ha decidido que ya no le sirves y te aparca…
R. Todo depende de qué hacemos con ella; quizá sea el gran momento de la verdad, de si tomas realmente las riendas del tiempo; hay pocos momentos en la vida que podemos empezar algo y lo hemos elegido nosotros; hacer lo que siempre quisiste: crear, viajar, mudarte, plasmar un sueño…
P. En 1992, al detectar los no lugares, los ubicó en extrarradios, aeropuertos… ¿No tiene la sensación de que se han trasladado ya al centro de las ciudades, todas iguales con las mismas megatiendas, un shopping donde sólo habla la tarjeta de crédito?
R. Yo iría más lejos: hoy se puede decir que el no lugar es el contexto de todo lugar posible. Estamos en el mundo con referencias que son totalmente artificiales, incluso en nuestra casa, el espacio más personal posible: sentados ante la tele, mirando a la vez el móvil, la tableta, con los auriculares… Estamos en un no lugar permanente; esos aparatos nos están colocando permanentemente en un no lugar. Llevamos el no lugar encima, con nosotros...


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