17 noviembre 2014

Todos somos novelistas de nosotros mismos

Javier Cercas
  Por eso es una novela. Porque formula una pregunta, pero no la responde, o no al menos de manera clara y taxativa. El impostor juega en el filo de la ironía: ahí todo es una cosa y su contraria. Como en todas las novelas desde El Quijote, o como en todas las novelas que a mí me gustan. Don Quijote está loco, pero también está cuerdo: eso es la ironía; y eso es la novela como género. Este libro, que apela a El Quijote sin parar, juega en la frontera de la ironía, entendida como instrumento de conocimiento. La ironía significa que algo puede ser dos cosas al mismo tiempo. O más. La ironía muestra que la verdad moral es una verdad poliédrica, que somos muchas cosas a la vez. Por eso la novela es el antídoto absoluto contra los fanatismos. La respuesta a la pregunta del libro es que no hay respuesta; la respuesta es el propio libro, la propia pregunta: eso es una novela. El Quijote es eso; y de ahí venimos todos. La novela no es el género de las respuestas, sino de las preguntas, y cuanto más complejas, mejor. En El impostor intento presentar a Marco en toda su complejidad. ¿Este hombre es un mentiroso? Sin ninguna duda. ¿Ha engañado? Por supuesto. ¿Ese engaño tiene alguna justificación? Ninguna. Lo interesante para mí es tratar de entender por qué hizo lo que hizo. Esa es la pregunta que me interesa. Mi propósito, de entrada, no era ni salvar ni condenar. Marco se inventó una vida para sobrevivir. Eso, en mayor o menor medida, lo hacemos todos: todos somos novelistas de nosotros mismos. Y ofrecemos a los demás una imagen que no siempre es la verdadera. Marco no puede soportar lo que es, un hombre corriente que ha tenido miedo, que ha sido cobarde, que ha sido humillado. Ha vivido una existencia miserable, y se inventa otra, como Alonso Quijano se inventa a Don Quijote. Y, después de pasarse la vida encerrado en un taller mecánico, se fabrica una vida de héroe, vive lo que no ha vivido nunca, cambia de mujer y de trabajo y de ciudad, de todo. La ficción de algún modo le salva, como nos pasa a todos. Pero lo que dice este libro es que, al final, hay que afrontar la verdad, como la afronta Don Quijote, que antes de morir vuelve a ser Alonso Quijano. Y esto vale para los individuos, pero también para las colectividades.

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