30 abril 2014

Leer entre lineas y ser lo que no somos

Marta San Miguel

"Nos han dejado solos. ¿Quienes?. Nosotros mismos nos hemos dejado solos.

"el tiempo se escurre entre las manos como si fuera eso, agua, o algo aún más etéreo, algo que pasa sin ser visto si uno no se atreve a verlo y tampoco a nombrarlo. Contra esa manía nuestra de instalarnos en el habito, emerge la poesía para romper la marcha marcial; es una actitud que transfigura la realidad y la dota de contornos, de perfiles y matices debido a su vocación de subrayar las contradicciones que nos hacen ser reales. Hay de pronto un brillo especial en el paisaje de lo cotidiano"

"leer entre lineas es un poder más que una actitud, es ganar la batalla del tiempo hasta detenerlo en cada mínimo detalle donde realmente habita la vida: hay que leer lo que no esta escrito, ver lo que no esta a la vista, ser lo que no somos. Porque en la costumbre el tiempo carece de medida, sólo engulle, como un enorme agujero negro sin dimensiones"

"reconocer en los versos el peso de la renuncia, ver el espejo de la muerte, poner nombre a la tristeza y a la alegría y definirlas por lo que son y no por lo que deseamos que sean, son solo algunos de los gestos con que el poeta esquiva lo aparente y se planta ante el reverso de la obviedad. Porque si no, ¿Que nos queda? ¿Acaso una existencia plena en lo material? ¿Un entorno laboral donde no hay hueco a la imaginación?¿Un núcleo familiar donde es difícil reconocerse? ¿Que queda entonces si no es leer entre lineas a través de la poesía?

(Marta San Miguel: del libro Segunda poesía con Norte)

28 abril 2014

Todo poeta es un extrañado

(Izara Batres)

"....la poesía supone el único pasaje posible hacia la surrealidad, hacia esa otra ciudad secreta, por ello "todo poeta es un extrañado".


.....cada vez que el poeta es sensible a su lateralidad, a su situación extrinseca en una realidad aparentemente intrínseca, reacciona poéticamente; dicho de otra manera, escribe poemas que son como petrificaciones de ese extrañamiento, lo que el poeta ve o siente en lugar de, o al lado de, o por debajo de, o en contra de, remitiendo este "de" a lo que los demás ven tal como creen que es, sin desplazamiento ni critica interna.

Dudo que exista un solo gran poema que no haya nacido de esa extrañeza o que no la traduzca; más aún, que no la active y la potencie al sospechar que es precisamente la zona intersticial por donde cabe acceder. De este modo el extrañamiento es un "challenge" que requiere una "response" ya sea en forma de poema o de resistencia ante la "solapada deformación que la cotidianidad codificada va montando en la conciencia con la activa participación de la inteligencia razonante, los medios de información, el hedonismo, la arteriosclerosis y el matrimonio inter alia.

El poeta es quien percibe, siente y ansia; pero sobre todo es, quien es capaz de nombrar ese ansia y transmitir tan siquiera la sospecha del orden alternativo que alcanza a vislumbrar. Es ese en ultima instancia, el sentido de un perseguidor consciente de las fallas del sistema. 

Los extrañados a secas se integran en la excentricidad hasta un punto en que lo excepcional de esa condición, tiende a volverse condición natural del sujeto extrañado, que así lo ha querido y que por eso ha ajustado su conducta a esa aceptación paulatina. 

(Textos de Cortazar dentro del libro "Cortazar y Paris: ultimo round de Izara Batres)

27 abril 2014

Felicidad clandestina



"Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio pelirrojo........... poseía lo que a cualquier niña devoradora de historias le habría gustado tener: un papá dueño de una librería.

Pero que talento tenia para la crueldad......... como nos debía de odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, delgadas, altas, de cabello libre. 


En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban.


Como por casualidad, me informó de que tenia El reinado de Naricita, de Monteiro Lobato. Era un libro grueso, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al dia siguiente pasaba por su casa me lo prestaría. 

Hasta el día siguiente, de la alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, nadaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro.

Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. ........me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mi por completo....................me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serian después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, anduve brincando por las calles y no me caí una sola vez.

Pero las cosas no fueron tan sencillas. ........ al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Apenas me imaginaba yo que más tarde, en el transcurso de la vida, el drama del "día siguiente" iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla. 

Y así seguimos. ¿Cuanto tiempo?. No lo sé....... Yo había empezado a adivinar, es algo que adivino a veces, que me había elegido para que sufriera. Pero incluso sospechandolo, a veces lo acepto, como si el que me quiere hacer sufrir necesitara desesperadamente que yo sufra. 

Hasta que un día....... apareció la mamá..... Nos pidió explicaciones a las dos. Hasta que esa buena mamá, entendió al fin...... Fue entonces cuando firme y serena le ordeno a su hija: "Vas a prestar ahora mismo ese libro". Y a mí: "y tu te quedas con el libro todo el tiempo que quieras". 

Al llegar a casa no empece a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas mas tarde lo abrí, leí unas lineas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber donde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. 

Creaba los obstaculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mi la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si ya lo presintiera. ¡Cuanto me demoré!. Vivía en el aire.... Había en mi orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.

A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purisimo.

Yo no era una niña más con un libro: era una mujer con su amante. 

(Extracto del relato Felicidad clandestina)
(Clarice Lispector)

El juego de Tula



Una planta que se riega poco se seca y se pudre si se riega demasiado (proverbio oriental). 

Siempre he sentido dentro de mi la convivencia de dos personas, una mas infantil que la otra. Para los listillos y leídos decir que no tiene nada que ver con Eric Berne, el padre, el adulto y esos términos utilizados en las reuniones parroquiales para imitar cierta psicoterapia y permitir el “fíjate.... quien lo hubiera dicho”, "ya sabia yo que no era trigo limpio". 

Como colocar el deseo en el otro. Desde el Instituto intentaba captar ese barniz chulesco, de indiferencia, de no tener en cuenta lo femenino, sino utilizarlo, lo malo era que aun no sabia para que. Ahora cada día mas creo que sigo sin saberlo. 

Como conseguir que el otro/a llame antes. Como conseguir que el otro/a se angustie ante la perdida y llame. Como irte en una tienda y que el vendedor venga detrás porque les has hecho sentir la sensación de que estaba a punto de venderte algo y al final por poca cosa se ha estropeado.

Luego con Lacan el deseo, el goce, el placer etc... he entendido algo, pero entre nosotros, no mucho. Lacan es muy criptico aunque es el único autor que aunque no le entienda mucho siento que lo que dice es así. (curioso salto de lo racional, pero solo me sucede con el).

Bueno, sigamos. Yo lo resumo en el Juego de TULA, que jugábamos de pequeños antes de la prótesis de rodilla, "Tu la llevas....... ". Cuando te la dan tienes que pasarla corriendo detrás de alguien y luego intentar que no te la vuelvan a pasar.

Siempre tengo la sensación de que yo "la llevo" y no consigo pasarla. Lo digo sin amargura ni queja, es una sensación. 

Como decía BACH (el de las flores)  en una excursión siempre hay un niño que lleva dos mochilas y otro que no lleva ninguna. El que lleva dos no es el más fuerte y el que no lleva ninguna no es el más débil. La solución.....?. (Siempre se me ocurre el plátano, la solución standard de las adivinanzas. Sera un símbolo falico?).

Creo que voy a jugar a la Rayuela, el camino entre el cielo y la tierra.


23 abril 2014

La trascendencia aparatosa y la trascendencia oculta


“ Todo pasa  y todo queda”....En nuestro afán de trascender, no sé si mecanismo de supervivencia o simplemente hábito adquirido por el ser humano, se busca un tipo de trascendencia aparatosa, un estallido cósmico , que afecte a todo el planeta , con una intensidad y admiración sin límites, que llene nuestro vacío, por otra parte motor de la vida....  y sin embargo la trascendencia no es tan uniforme ni en su momento ni en su intensidad, se parece más a la naturaleza, oculta , constante, tranquila, sabia , a momentos , y exuberante en otros, como obedeciendo a algún orden universal que siempre nos sorprende y nunca acabamos de descubrir….


(Maria Jose Cid)

12 abril 2014

La vida fuera es peligrosa

Clarice Lispector
... Por caminos torcidos había venido a caer en un destino de mujer, con la sorpresa de caber en él como si ella lo hubiera inventado. El hombre con el que se casó era un hombre de verdad, los hijos que habían tenido eran hijos de verdad. Su juventud anterior le parecía tan extraña como una enfermedad de vida. Había emergido de ella muy pronto para descubrir que también sin felicidad se vivía: aboliéndola, había encontrado una legión de personas, antes invisibles, que vivían como quien trabaja con persistencia, continuidad, alegría...

Esa mujer de Clarice no es un personaje atrofiado, abúlico, irremediablemente alienado de su propia naturaleza. Ana tiene que tomar precauciones, «cuidarse en la hora peligrosa de la tarde», sofocar la ternura del espanto, controlar su corazón y alimentar anónimamente la vida. La pueden asaltar sentimientos extraños, una oscura ansiedad por lanzarse al vacío, a ese pozo sin fondo de ser en la nada, solitaria y final. Así, busca siempre tener las manos ocupadas, ir al mercado, hacer la compra y regresar al hogar con un bolso de huevos, en tortuoso tranvía. Y es aquí donde la escritora le da otro giro a la historia: en una parada Ana ve a un ciego masticando chicle, una escena que le resulta inquietante. Ella mira y el ciego no la ve; ella quiere comunicarse, al menos visualmente, pero el Otro ni siquiera se da cuenta de su intención, y esa ignorancia es insulto, rechazo; ella quiere otorgarle simpatía, amor, pero el invidente no está atento, se distrae en rumiar su ausencia. El problema, pues, no radica solamente en la condición social de la mujer, o en la estructura de la vida familiar. Hay algo más abajo, un asunto mucho más difícil de resolver, la incomunicación humana.


Ana llega al Jardín Botánico, aquí una metáfora del perdido Jardín donde florece el Bien y en silencio trabaja la raíz del Mal. Sentada en una banca del Jardín siente, como en un sueño, la náusea y la iluminación de la naturaleza y el mundo, una experiencia típica de los personajes clariceanos. Percibe la actividad callada de la vegetación, la fina estatura de las palmeras salvajes, la vibración del reino de los insectos, el rumor de la brisa entre las flores y, sumergida en un éxtasis, pasa una prueba similar a la mística vía unitiva de identificación con Dios, y tiene miedo del Infierno. Clarice Lispector, sin mucho aparato, ha llevado a esta mujer sencilla, con su bolsa de huevos rotos y pegajosa sustancia, a un momento excepcional del espíritu, a la noche oscura de Juan de la Cruz, «con ansias en amores inflamada, / ¡oh dichosa ventura!, / salí sin ser notada, / estando ya mi casa sosegada».



De repente, Ana recuerda a los niños y regresa corriendo al hogar. Abraza al hijo que la recibe, se protege, «porque la vida era peligrosa» (eso dice también el Riobaldo de Guimaráes Rosa), y ama con repugnancia el mundo que recupera. Prepara la cena, recibe al marido, come en familia y, después, se peina frente al espejo. Ha vuelto a su vida normal, terminó «el vértigo de la bondad» y, «Antes de acostarse, como si apagara una vela, sopló la pequeña llama del día». Clarice cierra el círculo de la historia. Mañana será otro día, que también tendrá su pequeña flama, su luz efímera bajo la cual, sin embargo, se podrá vislumbrar lo Prohibido. La mujer sin atributos, aparentemente ordinaria, vacía o domesticada, es capaz de mitigar el fuego fatuo de las circunstancias, y de encender otra vez el ritmo de la vida, un día tras otro día



(Textos de Mario Cossio sobre el relato AMOR de Clarice Lispector)