09 julio 2013

La chica de Valladolid y la libertad



El teléfono móvil ha acentuado mi soledad. Ahora se , sin dudas, que nadie me llama. No suelo abandonar el sofá mas que por la ciática, el hundimiento de la tapicería se acompaña de cierto hundimiento en mis vertebras, que me obliga a moverme para calmar el dolor. La televisión me coloca en stand-by mientras espero que terminen los anuncios, además de la flojera muscular y del animo que obliga a tironear mi  voluntad si quiero moverme.

A veces, sin saber porque,  el animo se electriza y la vitalidad vuelve. Los bipolares somos así, aunque cada vez cuesta mas cargar las pilas. Ese día me afeito, noto una pequeña erección al ducharme, el cuerpo vuelve a la vida.

En la calle compruebo que la gente sigue viva y en movimiento, mantienen ilusión en las miradas, expectativas y posesiones, divergencias, los niños y su tenacidad habitual, los padres agotados....las chicas..... el eterno femenino...

Me encuentro a un conocido.... Que tal?....intento explicarle escuetamente mi lamentable estado, casi pre-terminal,  sin aspavientos, sin dramas, como una realidad biológica..... Al cabo de cinco minutos me interrumpe.... Oye, Perdona. Solo te he preguntado que, ¿Qué tal estas ?. Suspendo el discurso de carrerilla que había iniciado como una catarsis depuradora, se que no voy a poder reiniciarlo en meses. La fatiga, el cansancio vuelve a invadirme.... Añoro mi sofá y mi ciática.No tengo fuerzas ni para responder a sus educadas formulas de cortesía del siglo XIX.  Adiós..... recuerdos.....   (no se que quiere decir esto, supongo que es una añoranza de los afectados por el Alzheimer, pero se repite mucho).

Abro el portal con dificultad, cojo el ascensor y entro en casa. Huele a cerrado. Debería haberme casado con aquella chica de Valladolid, siempre he pensado que la libertad no es para mi...
(Evaristo Cienpozuelos)