12 diciembre 2011

El cansancio y la entrega



Un cansancio como accesibilidad, es más, como consumación del hecho de ser tocado y también como posibilidad de tocar, no lo experimenté hasta mucho más tarde. Esto era tan infrecuente como infrecuentes son los grandes acontecimientos de la vida, y hace tiempo que no me ha ocurrido, como si sólo fuera posible en determinadas épocas de la existencia humana y luego no se repitiera más que en situaciones excepcionales, una guerra, una catástrofe natural o algún otro tiempo de extrema necesidad. Y además ocurre que las tres o cuatro veces en que aquel cansancio me —¿qué verbo sería aquí el adecuado?— «fue concedido», me «tocó en suerte», yo estaba realmente en una situación personal difícil, y, para mi fortuna, estando así, me encontré con otro que estaba en un apuro semejante. Y este otro fue siempre una mujer. El apuro sólo no era suficiente; hacía falta también, para que nos uniera aquel cansancio erótico, algo arduo y penoso que acabáramos de superar. Parece ser una regla que hombre y mujer, antes de que, por unas horas, se conviertan en una pareja de ensueño, tienen que haber recorrido primero un camino largo y difícil, tienen que haberse encontrado en un tercer lugar, extraño a los dos, lo más lejano posible a cualquier tipo de patria —o de confortabilidad doméstica—, y además con anterioridad tienen que haber superado un peligro o simplemente una larga confusión, en un país hostil, que además puede ser el propio. Entonces pasa a ser posible que aquel cansancio, en el lugar de refugio que al fin está en silencio y en paz, haga que tanto el hombre como la mujer, tanto la mujer como el hombre, poco a poco se vayan entregando el uno al otro, de un modo tan natural, tan íntimo, que no tiene comparación —así es como ahora lo estoy viendo— con ninguna de las otras uniones posibles, ni con el amor; es «como intercambiar pan y vino», así es como lo llamó otro amigo.

(Peter Handke)

(Probablemente el cansancio del sexo y el abandono de la imagen de uno mismo permita el dialogo tranquilo y que el pan con chorizo sepa mejor. Puede que el sexo este sobrevalorado y únicamente sea un tramite para hablar sin espinas, para encontrar la distancia adecuada. (Evaristo Cienpozuelos)

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