23 marzo 2011

El aforismo

Como un ropavejero vocacional mi vida se había dedicado, despreciando otros proyectos, a la búsqueda del Santo Grial del aforismo. Esa frase corta, paradójica, casi sin sentido, que ilumina ciertas zonas inaccesibles, oscuras, más reconocidas por lo que no se dice que por lo que de ellas se afirma. Últimamente me invadía cierta desesperación, cierta duda en encontrar ese talismán, que de repente, sin duda y sin vacilación, me abriría las puertas de otra realidad. Chesterton, Wilde, Woody Allen, Groucho Marx, Gómez de la Serna con sus greguerías, zapatillas aforísticas de andar por casa.

Pero nada. Mi vida se impregnaba de ese estilo aforístico, brillante, rápido. No podía terminar de ver una película ni leer una novela completa. Solo soportaba los momentos redondos, circulares, completos en si mismos. Creo que esa falta total de continuidad y tenacidad me provocaba eyaculación precoz. Tome pues, para salir de aquel atolladero, una drástica decisión. Huiría del aforismo, de todo lo rápido, corto y brillante. Me impregnaría de sensaciones de eternidad, futuro e intemporalidad. Mi medico me ayudo a resolverlo cuando me anuncio: ¡Le quedan tres semanas de vida!. Había conseguido encontrar al final la pieza corta que faltaba. Lamentablemente no fue brillante ni demasiado rápida.

(Evaristo Cienpozuelos)

No hay comentarios: