23 enero 2011

Apagar el ruido de la muerte




¿Y qué será escribir poesía? ¿Apagar el ruido de la muerte que entra al oído sin invitación? ¿Mezclar la propia voz con ese ruido para volverlo inútil, apaciguarlo al menos? Borges opinó que el noventa por ciento del arte no existiría si se supiera qué sigue a la muerte. La muerte sería entonces un accidente de la lengua. Homero avisó que los dioses envían desdichas a los mortales para que las cuenten. La palabra narra ese castigo y confiesa así sus límites. No conoce un Paraíso todavía.

A diferencia de los sofistas, que buscaron convertir en razón la ambigüedad de la vida, el poeta desnuda la ambigüedad de la razón. No se lo propone. Escribe a la intemperie de sí mismo y nada más lo abriga. El techo que no tiene es infinito.

La crisis de la modernidad es muy profunda y va mucho más allá de lo económico. Hace años ya que se nos quiere uniformar el alma para convertirla en tierra fértil de cualquier autoritarismo. Impera un darwinismo social brutal y prepotente. La llamada globalización impulsa un genocidio más lento que el de los hornos crematorios, pero no menos bárbaro: se llama hambre. La poesía se levanta contra el empobrecimiento espiritual que todo ello acarrea. La poesía es resistencia no más porque existe.

(Juan Gelman)

1 comentario:

Karla dijo...

Un grande de justificados ojos tristes...