07 diciembre 2010

Mercurio

He conocido algunas mujeres y con todas me fue mal. Yo ponía la exigencia y la confusión, ellas el silencio y el abandono. Años desérticos, perdidos, de solitaria desolación, iluminados fugazmente de presencias y alegría.

Lúcido y desesperado conocí a Blanca, mujer Mercurio, aparentemente sólida pero al intentar fijarla se dispersaba en fragmentos plateados. Siempre sonreía, conducta obscena y provocadora en estos maléficos y atormentados tiempos. Ante cualquier problema me decía: ".....Mira, todo llega a un final y se resuelve y siempre se resuelve bien, ya que todo podría ser peor...” Aparte de esto, en los escasos momentos que hablábamos, me contaba de su vida cotidiana, sus luces y sombras. Me aceptaba en su deseo sensual, en sus bromas y juegos. Tanta vitalidad se acabó pronto. Los hombres Marte, como yo, necesitamos conquistar, fijar y en cierta manera matar, detener la vida, para no sentir lo constante de su fluir. El miedo a la muerte nos obliga al intento imposible de conservar, detener el tiempo, fijar la vida.

Con ella era imposible. Si quedábamos no acudía y de repente, sin esperanza, reaparecía . Un día, sin avisar, me trajo un póster gigante, una foto de ella, enmarcada y lista para colgar, aun esta en mi dormitorio. Me dijo: “Así siempre me tendrás, sin envejecer, y dispuesta en cualquier momento”. No la volví a ver. Desde entonces ya no busco. En estos tiempos de imagen y multimedia las fotos mejoran mucho la realidad.

(Evaristo Cienpozuelos)

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