La noche se había ido alargando y yo me había dejado arrastrar sin ser capaz , en ningún momento, de interrumpirla. Todo era agradable y seductor y ahora me encontraba en una situación imposible. Estábamos silenciosos, desnudos y fumando en la cama. Ella, apenas la conozco, joven y agradecida de que no me echara atrás en el ultimo momento. Yo desesperado. No se como explicárselo. Se ovilla a mi lado con cara de sueño, con esa belleza especial de hembra satisfecha y, a borbotones, le cuento precipitadamente una historia terrible que ella se cree, con esa ingenuidad que la juventud y la bondad propician. Me levanto y la dejo en la cama pensativa, mientras intenta, a pesar de todo, dormir. Todo antes de revelarle mi secreto, mi nocturna cadena, quiebra de tantos amores. Ronco desaforadamente.
Taberna Helena
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El escritor piensa ¿Quién manda, el autor o los personajes? y encuentra
este relato. Hoy día del libro.
Hace 11 meses
1 comentario:
Si quedó satisfecha, seguro que el ronquido lo aceptaría agradecida como un suave ronroneo que la meciera dulcemente acurrucada junto a Evaristo...
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