15 abril 2010

El ojo solitario

El brillo del césped hería mis ojos. El ambiente festivo de la muchedumbre, mezcla de circo y rito sagrado me impedía parpadear. Un griterío, como un huracán de voces , acompañaba la salida de los jugadores y tras los ritos iniciales para enmascarar la furia y el deseo de victoria comenzó el partido. A partir de aquí apenas recuerdo los avatares del juego, el tiempo transcurría sin conciencia, hasta que sucedió. Mis oídos comenzaron a escuchar pero mi cerebro y mi corazón se negaban a oír. El ruido llego a ser tan ensordecedor que no tuve mas remedio que aceptar la situación. Me vine abajo, resignado, lleno de odio y apatía e hice lo que tenia que hacer, como en un rito de sumisión largamente aprendido. Mientras la sirena disminuía cada vez más sus sonidos, apague mi maravillosa pantalla gigante con sonido cuadrafónico, mi compañía más querida, y salí a la calle. Una larga hilera de personas andaban, como autómatas, para cumplir con las ordenanzas municipales hacia el local de cultura y reunión , no virtual. Allí fingiríamos durante una hora nuestra condición humana, hablando del tiempo, política etc... y sonriendo en los momentos oportunos para no ser clasificados como autistas virtuales irrecuperables, prohibiéndonos entonces volver a utilizar la pantalla gigante y obligándonos durante un tiempo indefinido a reeducarnos con una serie de cursos de reciclaje: "Panadería y conversación", "Como esta la Juventud”, y el curso más temido : "En mis tiempos...." Me esforcé en conversar adecuadamente, aun vería la segunda parte. (Evaristo Cienpozuelos)

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